OCTAVIO ARMAND, DOS POEMAS INÉDITOS



Primera comunión

Tú también le dirás
al pan, pan, y al vino, vino.
Pero qué difícil decirle
al pan, pan, y al vino, vino.
De rodillas en tu aliento,
conteniéndolo,
fijas el resumen de la luz.
Uno de noche, otro de día,
le dan labio a la mirada,
la destilan hasta embriagarte,
el cocuyo y el zumbete.
Asomarse así a la hostia es imposible
si no anotas los pecados.
Hay que anotarlos uno a uno
hasta pecar de memoria
entre las abejas de la misa.
No puedes olvidar ninguno al confesarlos.
Luego, que el párpado no se atreva
a abrir su cuchillo y cortar el sueño.
Y que durante el sueño nunca duermas.
Que estés aún más despierto
tras el párpado a rienda suelta.
Una nube te empaña la boca.
La harina de aquel día, amasada
en el espejo donde te escondes.
El vino retumba en el cuerpo,
por fuera es un surtidor,
por dentro un árbol incesante, enloquecido.
Dios cuelga en una de sus ramas
y tú en todas las otras.
¿Qué recuerdas? ¿qué aprendiste
durante aquel siglo de latín arrodillado?
¿Reconocer estalactitas en las nubes,
acercar el cielo, endurecerlo,
para apretar la altura como un seno?
¿Sacarle punta a la punta interminable del caracol
hasta saborear cómo canta el pezón entre los labios?
Vuelvo a tus siete años,
tus ojos olvidados al entrar a la iglesia,
tus dos rodillas como clavos en el tablón de madera.
Pareces una hostia
en el traje blanco, impecable.
La misa es un sabor.
Te comes el cielo en el cielo de la boca
y la lengua enrosca su aljibe
en las espirales del pan como un badajo.
Cualquier palabra sería una palabrota
y cualquier palabrota sería un salmo.
Un sabor, una palabra, un señor amén del labio.
Cielo en el cielo de la boca.
Tu aliento sabe a hoja batida
y a viento entre las hojas.

Caracas, 16 de julio 2006



Canto rodado

Abro la puerta
Me visita un río
Se llama memoria y se llama olvido
La corriente que arrasa con todo
Esa ventana que ahora es una orilla
Aquella pared que es una cuenca
El musgo y el légamo que soy
Vuelven a la pila y se bautizan
Un niño remoto me dibuja
Como un ocho con algo de infinito
Cruzo la calle y entro en su cuaderno
Acompañado de pequeñas sumas y grandes números
Las fotos de los abuelos
Más viejas que los abuelos
Flotan como lajas de piel prestada
Y guijarros escurridizos
Y la nostalgia de lo desconocido
Inventa una sirena que ya no canta
En mi oído solo oigo el trajín de las mareas
Cómo la espuma escribe sus nombres
Cómo bailan la brisa y la vela enamorada
Hay un árbol acostado en mi cama
Yo soy su sombra
Sus ramas me abrazan
Y sus frutos como aldabas repican para mí
Afilando la lengua se llega al punto de partida
El nácar que empezará a enroscarse otra vez
El lápiz como laberinto que se afila
Para volver a verte desnuda
Sueño que sueñas conmigo
Te pongo estas palabras como un anillo
Bruja y brújula a pesar de cera repartida y soga untada
Para sobrevivir me aferro a un pedazo de alegoría
Y me alejo más y más en un barquito de papel
Dejando a mi paso un rebaño de ovejas y otras nieves
En la última gota de agua navego sin rumbo y naufrago y me ahogo
Solo que al revés como es lógico
Ahora estoy en tu boca
Y el arrullo de lo lejano se confunde con tu aliento
Sueña conmigo

Caracas, 3 de marzo 2006