Carlos Augusto Alfonso: poemas de Cerval


La Habana, 1963.

selección de fogonero emergente del libro Cerval, publicado por Letras Cubanas en 2004, y Premio Internacional de Poesía Raúl Hernández Novás en 2001.

otros poemas de Carlos Alfonso en el blog AlasCuba.

períodos E

cuando siento a mi padre haciendo sus mejunjes de agua y azúcar

me niego a dar crédito al oído
pospongo mi confianza en el porvenir
presente en la neoplasia desperdigada
doy rasgos de equilibrio cuanto más
antes de recurrir al antes —y aun después—
vuelve la cucharilla a acertar el vaso.


EL CINE AL QUE NO IBA LEZAMA

Salgo de mi butaca hacia el proscenio

(como sucede siempre)

orín de Menelao a la ciudad perdida.

Para los que vivimos películas vaqueras el Cine Majestic

es modus operandi en Trocadero,

pase a la diligencia que hay que frenar;

rienda la tendedera en Consulado.

El nailon que colgué se me tiró en el suelo.

—No lo voy a asfixiar, Cabrera no.

Dentro en la oscuridad de Pernambuco,

se molestan hablantes, porque a otros,

abanican libretas que se desencuadernan.

Cine pundonoroso a cine vándalo (pequeño recadero)

pasa sus anteojos para cazar alondras.

Por los tantos huequitos que le infringe

se las ve con los degenerados y chiflistas;

el cara de muñeca; el ofiuco de la media en el rostro;

el maestro de piano que deshonra.

Le sacan el sillón para que los case.

Los Montenegro, los Melgares, los músicos de Chuki.

Se lo ponen allí concretamente donde hace calor,

en la gaveta de Bladimir, en una recogida de carnés,

en la ciudad perdida de Menelao. Te lo ratificamos bostas.

Después del tokonoma viene el nai-lón,

el combate pancrasio,

Pascasio, los Speek. Te lo ratificamos bostas,

los travestís (los negros) los bozales, los nietos de Nene.


NECROLOGÍA DE UN CANTANTE

(Notas para un cortejo ñañigo)


Le cargaron el féretro a Embale
aberisunes de la media mitad,
dos rieles del boloña, aportareken, diablitos funerarios,
la confederación helvética de Cuba,
y algunos «echadores» del scrub.
Bote invertido cuyo caparazón «en baja»
acercábame al grupo armagedónico
(grupo compacto siempre)
sin los tres Juanes sin La Caridad.
Porque era pagado en luises a los arrolladores en chinela,
debió costarles caro desandar con los pasitos cortos,
presos bacheando que arrastraban sus grillos,
barredores de setas centrar su retirada,
(la del ñankue musi el obon rey)
no permitiendo y permitiendo
a los yesipintados del emboro
con sus pasitos cortos el zigzag.
Kumanferes que son los monigotes,
los vividores yernos de invisibles farolas
pequeñas como uzi, dándoles vuelta al seguro,
para no disparar o herir la multitud,
y a mí, que desde los esporádicos mirones
me hizo bien y me hizo mal
un día cualquiera, gris polaina,
ver en esa lentitud de los plantados,
cómo el bote invertido se alejó.

EL LÍBERO


Un libero es un loco por inmersión,
entra al juego y se sale cuando le place.
Ventano con la muerta (con la des-poseída)
sabe que nunca entró,
como también él sabe «qué mosca lo ha picado».
Una inyección de sangre vieja;
las traiciones que urden los retenes
ponen la cofradía patas arriba.
Con las sagradas cosas le permites jugar,
porque eres una empella y confías en el Hombre.
Ya sé
ya sé
ya sé,
lo estoy mirando.
Vas a tirarme arriba de un contrario
que dispuesto a matar y enardecido,
por la quema de carpas de inmigrantes,
no sabiendo qué hacer para ganar,
empuña otra bandera,
revisa tu ampolleta
y traga el veneno.

CÓMO NO SE ME OCURRIÓ ANTES

Arrancaron los leones, asere,
de la fuente del parque de 21 y H.
Máscara histrión hacia los cardinales:
Un monumento a Pi Margal,
una carta del hijo a Leonor Pérez;
una edificación (de micro) a Víctor Hugo,
los becarios que dejan en El Punto,
en la foto de Cintio; de Fina; de Gaztelu,
cerca del pozo con pilares,
donde cayó la hija de Gruvkov
una silueta beige que apenas se dibuja.

Hora de recoger el crónlech.

Cómo no lo pensé antes.
Yo les diría serio a mis creyentes,
cuando más embaucados estuvieran.
«Hora de recoger el crónlech.»
En uno de los palacios de Neptuno,
evitando las pláticas tan largas,
cómo estará el ladrón.
Afortunado.

EL CUIDADOR

El cuidador de baño que se puede comer

despliega sus monedas. Es un banquero loco un ashkenazi

que la emprendió una vez con las paredes

en la cámara húngara del Don.

Subiendo la vejiga del pez de los encontronazos,

cierran el restorán y queda él

(ave zancuda menor que una perdiz)

aguantándole el sitio a un mejicano de la vida.

Con olores a Cárpatos de estado,

con sus monedas cuarter canadiense,

ha llegado de lejos a poner fumarolas.

Donde el espejo drena lo que a nadie le importa:

besos de la mujer araña; mal azogue; mastuerzo;

colillas que escindieron por menos que neutrón.

Tamborilea en mesa: le responde

American Express de óvalo estándar,

el 8 la descarga de leona.

Me cuenta en confesiones de un lugar palo rosa

(del que nunca debió salir) donde los caballeros chiflan

emisiones de austeridad y rigor.

Aire de Berguen Belsen ducha de una vesícula: mental,

le da a su pensamiento para secarse con intereses bajos

un pacto equitativo, un hemistiquio

alguna servilleta al portador.

Suicidio de Lugones, piejuntilla,

no le busquéis afuera, no está dentro.