Inéditos de Néstor y Ponte

tomado de efory atocha



Tres Poemas inéditos de Néstor Díaz de Villegas.



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Francis Bacon delante del
Papa Inocencio X de Velázquez

Este guerrero puesto de rodillas
delante de la puerca de la Historia
pidiendo absolución de su memoria
a aquel que obró primeras maravillas

reconoce la técnica irrisoria
en minúsculas ruedas de alforcillas
empapada la silla de Castilla
nada menos que el manto de la gloria.

La pintada visión por todas partes
rezuma realidad, y sin embargo
es la más traicionera de las artes.

¿Cómo pintar la duda por encargo
(la mirada que al público repartes)
si el pago de mirar es tan amargo?

La metamorfosis del Ungeziefer

Gregorio despertó una cucaracha
en su cuartucho de la vieja Praga
y nunca jamás, haga lo que haga
podrá librarse de su nueva facha.

Mártir en telas, viajante de la plaga
anélido que amaba a una muchacha:
con un poco de sida se emborracha
la que fuera su vida lo empalaga.

¿Qué es la salud? La enfermedad que alcanza
puras metamorfosis, y en espera
del martirio recibe una esperanza.

Antes que su destino descubriera
una mañana, ya sobre la panza
llevaba escrito en letras rojas ¡muera!

Bacon’s Dump

O, lightbulb hanged!
Thou knowest my room!
I love imitations.

The Disco of Christ
scratched on both sides:
Sun-god, Salve, Hail!

Lightbulb, you are high!
O, look what you’ve made me!
You terrible pal!

(I got limitations.
Let’s say that my flesh
is not very strong.)

Avoid Illustration!
His lordship Velazquez,
the crafter of popes.

*

Otros Poemas de Néstor Díaz de Villegas en Efory Atocha, Aquí.
(Néstor Díaz de Villegas, poeta y ensayista. Dirige la revista Cubista Magazine)

Hoja de Yerba3

Tres Poemas inéditos de Antonio José Ponte



Ponte en el Café Gijón

Carta última

...Y en cuanto a mí, no hay de qué preocuparse:
el jugo de un hollejo a medio masticar corre por mi barbilla
como un río muy lento.
Circula por arrugas,
bordea los cañones,
cae sobre las hojas del periódico.
Suena como lluvia en un techo.

Termino de sorberlo
lo mismo que si despertara de una pesadilla
o algún escalofrío tanteara mi espinazo.

Dedos de algo o de alguien
vienen a descartar cuántas teclas no suenan.
Y me retracto
hasta escupir sobre el periódico esa porquería
donde se abrazan un hollejo y una mosca.

Muerta como una reina en mala colchoneta,
debió meterse por un olvido mío.
O fue que vi ese nombre en el periódico.

“Dulzura de mi encía”, recuerdo haberle dicho
y alguna vez sentí deseos de violarla.

La violé.
De ahí vienes tú.

Como fruta de injerto trajo pocas semillas,
lo suyo fue dejar pellejo y cáscara.
Y ahora que aparto la basura,
vengo a dar con su nombre en estas necrológicas.

Un hollejo. Una mosca.
El nombre de una muerta al que rodean
nombres de batallas.
( La guerra hace notable a cualquier lugarejo
sin importar qué haya significado en siglos su topónimo.)

Volverás a encontrártela
tal como yo me encuentro con la mía.
De noche,
zafado de toda responsabilidad,
me suelto,
orino
y unos minutos antes de despertar
navego por el curso caliente de mi madre.

Fluyo en cuna de oro.
Porque llega el momento de olvidar las continencias
aprendidas temprano.

Alguien te avisará para que vengas.
No tienes por qué hacerlo,
a esas alturas no voy a reprochártelo.

La fe son los objetos

Una muñeca de amarillo y unas flores,
poco trabajo te dará conseguirlas.
Y no hay que desvelarse
(cuando tratas con dioses tan antiguos)
por la fe que le pongas.
Más viejos que Jehová,
ellos no exigen fe, sino unas contundencias:
las flores en el vaso,
la muñeca en la sala.
Ofrendas,
y recibes a cambio.
Al modo de las tribus,
anterior al dinero.

La fe son los objetos.
Yo colgué en la ventana
un mono de peluche
(para que dejen de monearme,
me advirtieron)
y ahí lo zarandea el viento.

Una casa incima vito al mondo

Nuestra suerte pendía de la alianza entre dos príncipes
ahítos de canciones italianas.

Seguíamos sus asuntos,
igual que ahora miramos
el sol en esos plátanos.

Era el Tibet que esperaba a Puccini,
Turandot terminada.
Un palacio alumbrado con esta luz de plátano,
nerviosa.

Y, detrás de la puerta,
empecinados envenenadores,
los príncipes aquéllos seguían copulando.

(Antonio José Ponte, Poeta, Ensayista, Narrador. Dirige la Revista Encuentro de la Cultura Cubana. Reside en Madrid.)