VACLAV HAVEL, dos cartas a Olga...

Dos cartas a Olga, Vaclav Havel.


Carta 14
17 de noviembre de 1979

Querida Olga:

La noticia primordial de las dos últimas semanas de mi vida no es demasiado agradable: mis malditas hemorroides se han inflamado con una intensidad inusual. Desde hace unos días sufro terriblemente, el dolor no cesa ni un momento, ni por las noches, de modo que no puedo dormir. Naturalmente, aquí es peor que si estuviese fuera, y por muchas razones distintas, entre ellas porque cuando me encuentro fatal no puedo ni tomarme una copa. Estoy solo con el dolor y no tengo más remedio que saborearlo hasta el fondo. He estado cerca de la desesperación. Ayer me examinó un especialista en Pankrac, el 27 de este mes me verá de nuevo. No excluyen una operación. Para mí estaría muy bien porque no me imagino pasar los cinco años así. Fuera uno tiene mil manera de hacer frente a ello, en la cárcel ninguna. Ya veremos, pues. Como todos los que padecen de hemorroides crónicas temía un tumor pero parece que no es éste el caso. El único punto luminoso fue el viaje por Praga (llegué a ver incluso nuestra casa en el muelle)...

En la próxima carta recibirás el vale para el paquete de diciembre. Estaría muy bien que me llegase antes de Navidad, así que ya puedes empezar a prepararlo para luego enviarlo enseguida. Me gustaría que incluyeses en él varias cosas navideñas: una vela, servilletas navideñas, incienso, brusco y cosas por el estilo. También puros, cigarrillos y dulces navideños (no es seguro que esté permitido enviar otros alimentos). Y zumos, claro. Y vitaminas.

También tengo una noticia un poco mejor: ¡he empezado a escribir una obra de teatro! O sea que he pasado de las reflexiones y los apuntes a la redacción. Lo considero un gran éxito porque nunca me hubiera creído que sería capaz de hacerlo en las actuales condiciones. Nunca había escrito así: con poco espacio, sin poder escribir por la noche, ahorrando papel, sin tener con que estimularme, etc. La verdad es que aún no he escrito mucho, unas diez páginas. (Tuve que interrumpir el trabajo por culpa de los dolores.) Pero lo importante es que puedo hacerlo. Teóricamente nada debería impedirme que tarde o temprano escriba realmente una nueva obra. (Aunque no sé cuales serán las condiciones tras la condena; seguramente tendré menos tiempo). Ya que escribir una obra de teatro es para mí tan penoso como dar a luz, ya lo sabes (no sé hacerlo como la mayoría de mis colegas), estoy contento por ese cambio. No sé cómo resultará cuando esté escrita, pero eso no lo sé nunca. Lo tengo bien pensado, ahora se trata de conseguir que esa bella imagen se convierta en un "hecho material"

En una de las últimas cartas hice un pequeño intento de autoanálisis. Voy a suponer que has recibido mi carta y continuaré con el tema. He estado reflexionando sobre el sentido que tendrá que dar a mis años de prisión. Ya te escribí que, de salirme con la mía, orientará mi estancia aquí a una reconstrucción psíquica y mental. ¿Por qué creo que eso es posible? ¿Pasé los últimos años en una situación extraña, antinatural, exclusiva, como de invernadero. Eso debe cambiar. Voy a ser uno de tantos, una pequeña hormiga indefensa. Volveré a épocas anteriores, seré arrojado al mundo como cuando trabajaba de ayudante de laboratorio, de tramoyista, como cuando hacia la mili y estudiaba. Tendré un número, seré uno más entre la multitud y nadie esperará nada de mí ni se fijará en mí de manera especial. Si para alguien de afuera represento algo así como una institución, no sabré nada de ello, viviré inmerso en otro mundo y en otras preocupaciones. Este regreso a la situación existencial anterior -la que más me favorecía y durante la cual realicé más cosas- me podría ayudar también en la reconstitución interior sobre la que te escribí la última vez. (Eliminar los estados obsesivos, la inseguridad, no mirarme a mí mismo con los ojos de quienes esperan algo de mí, acabar con el desasosiego, las dudas, etc.) Una de las cosas concretas en las que eso tendría que reflejarse es en el hecho de escribir más obras de teatro, como observador del teatro mundi. No deja de ser paradójico esperar que este cambio se produzca precisamente en la cárcel, donde escribir me sería mucho más difícil, pero así suelen ser las cosas: ¿acaso no escribí más precisamente cuando menos tiempo tenía? El hecho mismo de haber empezado a escribir algo es un modesto paso adelante en la dirección correcta. (Ya sé que también antes escribí desde la cárcel un montón de cartas llenas de resoluciones y proyectos maravillosos que a la vuelta se esfumaron, pero es que siempre regresé demasiado pronto, mucho antes de que el trabajo sobre mí mismo pudiera dar resultados. Según parece, ahora sí voy a tener tiempo de sobra, de manera que los resultados no deberían hacerse esperar.)

Claro que también tengo otros proyectos: perfeccionar mi inglés (ya sé que nunca lo dominaré a la perfección, pero me gustaría hablarlo más o menos bien y leerlo). Y sobre todo quisiera aprender alemán, aunque tampoco sea perfectamente, no tengo disposición para ello, pero por lo menos tan bien con el inglés. Con eso me bastaría. Tengo la clara sensación de que fuera no llegaría ni a eso, pero aquí debería ser capaz de conseguirlo. Estaría muy bien si pudiese añadir un libro de texto, amplio y completo, a las cosas que me llevaré al campo de trabajo. Y también un buen diccionario (checo-alemán by alemán-checo), uno pequeño será suficiente (tiene que estar por casa) y posiblemente un buen libro en alemán de lectura agradable para empezar (más bien técnico que literario). Tengo un dominio pasivo del alemán, de modo que llegar al nivel de mi inglés no debería representar un problema demasiado grande.

De manera que resumiría mi proyecto en la cárcel del modo siguiente:

1) Conservar mi estado de salud (eventualmente curar las hemorroides).
2) Reconstituirme psíquica y mentalmente.
3) Escribir por lo menos dos obras de teatro.
4) Mejorar mi inglés.
5) Aprender alemán hasta el nivel de mi inglés.
6) Realizar un estudio riguroso de toda la Biblia.

Si considero llevar a cabo este proyecto, quizá mis años no hayan sido todo inútiles.

Y ahora unos cuantos puntos que iré esbozando a medida que se me vayan ocurriendo:
He recibido (por fin) el veredicto. He escrito algún material en el que basar el recurso; voy a escribir un discurso breve para cuando compadezca ante el tribunal y con eso se habrá terminado el caso para mí. La próxima semana espero al defensor.

En Roztoky hay una exposición de Mucha. ¿Vas a ir?...
No olvides incluir en el paquete que me llevaré al campo de trabajo cuadernos de líneas y un pequeño calendario del año 8º.
Cuando leas esta carta, habré pasado medio año en Ruzyné (esta vez) y exactamente un año (en total).
... Por cierto, me enteré de que el Burgtheater estuvo en Praga. ¿Lo viste? ¿No te fue a buscar el dramaturgo amigo mío? ¿sabes algo sobre el nuevo estreno?...
Esto es todo por hoy. Continuaré otro día, como de costumbre.

Besos. V.
Domingo, 18 de noviembre de 1979

He estado muy activo hoy: escribiendo documentos oficiales. Me recupero de mi indisposición, entre otras cosas gracias a que recibo, por receta médica, agua caliente que me va muy bien. Como mucho y hago ejercicios. Estoy leyendo -cuando puedo, en esta oscuridad- George Sand. ¡Hasta otra!


Carta 75
12 de abril de 1981

Querida Olga:


Gracias por tu carta del 2 de abril (marcada con el número 33, lo que me parece una equivocación; creo que la 33 era la anterior); uno se siente mucho mejor recibiendo una carta por semana; de hecho ya hace tiempo que quería pedirte que me escribieras cada semana, que eso se convirtiera en una de tus actividades regulares; para mí es realmente importante y confío que entra dentro de tus posibilidades. Estoy contento de que hayas encontrado Hrádecek en orden; al principio tenía la intención de alargarme más sobre los distintos trabajos que deberían realizar allí pero luego decidí aplazarlo: creo que tú sabes lo que es necesario sin que yo te lo diga y, por el contrario, yo sé muy poco sobre e4l estado de la casa como para poder intervenir de manera constructiva. O sea que sigo con las reflexiones que había empezado.

De lo que te escribí la última vez alguien podrá deducir que me considero una persona con escasa firmeza, insegura, indecisa, sumergida en un mar de dudas e inclinada a desconfiar de si misma a la primera oportunidad. Tú sabes muy bien que esa impresión sería absolutamente incorrecta. Aunque a primera vista pueda parecer paradójico, es precisamente todo lo contrario; en algunos aspectos soy sorprendentemente firme, perseverante, tenaz, consciente de mi propósito, y hasta diría indestructible. (Ya conoces lo obstinado que puedo ser: más de una vez esa característica te puso nerviosa, sobre todo cuando su objetivo tenía una importancia marginal.) Cierto, muchas cosas no me gustan ni me interesan y soy capaz de demostrar ante ellas la más absoluta indiferencia; pero cuando me decido por algo y como quien dice me enciendo, entonces no puedo sino entregarme con todo mi ser y seguir la cosa hasta el final, sin mirar el precio que tendré que pagar. No me gustan las cosas a medias, que empiezan y no acaban, no soporto el desorden. De acuerdo que mi vida ha conocido más de un giro extraño; puede cuestionarse si siempre he invertido mis energías en el lugar más adecuado y de la manera más apropiada; no cabe duda de que en las posturas que tomé y en las cosas que dije pueden encontrarse muchos puntos contradictorios, exagerados o ingenuos de los cuales soy consciente más que cualquier otra persona. Pero no obstante, si reflexiono sobre mí mismo, creo que no se me pueden negar dos cosas: primero, que detrás de los más diversos giros, en un segundo plano, se ha ido dibujando, a lo largo de toda mi vida, una cierta continuidad, y en segundo lugar que, aunque más de una vez he perdido el camino, siempre de una manera u otra, lo he vuelto a encontrar, apareciendo de nuevo allí donde estaba. Diversos factores han influido en ello. En mi juventud nunca conseguí nada de balde y muchas cosas que para otros representaban algo natural (por ejemplo la educación) yo sólo logré a base de obstinación y terquedad. Y debo admitir una ventaja que se desprende de mi origen burgués: mi invulnerabilidad e indestructibilidad, mi firme (porque nada ilusoria) fe en el sentido de las cosas y hasta mi curiosa capacidad de salirme con la mía incluso en las más desesperadas ocasiones; parece que todas esas características tienen algo que ver con la cualidad tan típica y tradicional de la burguesía (sobre todo en la época del liberalismo) de no temer el riesgo, de tener el valor de volver a empezar de la nada, la incesante esperanza y la vitalidad con que lanzarse siempre a nuevas empresas. Con eso naturalmente no he respondido a la pregunta más importante: ¿cómo es posible acumular características tan contradictorias (me refiero a las que describí el otro día y las que he tratado hoy) en una sola persona? Naturalmente ignoró la respuesta exhaustiva (y eso porque la personalidad humana no puede reducirse a una ecuación matemática en la que todo concuerde de un modo lógico) pero estoy casi seguro de que se trata de dos caras de la misma moneda: cuanto más fino es el hilo del que pende mi integración en el "orden del mundo", con más firmeza parezco aferrarme a él. En otras palabras puede que sea precisamente esa constante sensación de inseguridad respecto a mi lugar en el "orden de las cosas" lo que me obliga una y otra vez, obstinadamente, a definir, desarrollar y reforzar mi posición, a defender y testimoniar mi verdad, a mantenerme en mis trece. Parece que cuanto más duda uno de sí mismo, de todo lo que hace y de lo que lo integra en el mundo, tanta más energía ha de invertir en superar esas dudas y defenderse ante sus tribunales...

...Recuerdos a todos los íntimos, a la familia de Ivan, a Andulka, a Zdenék: hoy mando un saludo especial a los amigos de Jan Lopatka, Vlastik y Nikolai; un beso amistoso pero no del todo fugaz para Jarmilka.

Tuyo. Vasek