Karla Suárez: Joni Mitchell estaba cantando Blue

foto: Daniel Mordzinsky

del libro Carroza para actores

Blue, here is a shell for you
Inside you’ll hear a sigh
A foggy lullaby
There is your song from me

Joni Mitchell (Blue)


Joni cantaba un blues en la habitación del otro lado. Del lado de acá estaba yo tarareando. Entre mi habitación y la de Joni había un pasillo largo. En el pasillo estabas tú que caminabas de un lado a otro y volvías a empezar. Murmurabas frases entrecortadas y rabiosas. Bufabas una inconformidad apenas declarada. No sé qué te pasaba, pero de seguro debería ocurrirte algo como cada noche. Mientras tanto, yo era toda oídos (para Joni). Tú caminabas así, como si de tanto andar se hiciera un surco grande que atravesara los pisos más abajo y te llevara al centro de la tierra y en el centro de la tierra quizás encontrarías algo que aquí arriba, ciertamente, no te empeñabas en buscar.

Joni cantando y yo cerré los ojos. Cerrar los ojos es transportarse hacia otro sitio. Es colocarse en el justo lugar donde desde afuera puedes observarte y descubrirte. Tú seguiste caminando y repartiendo colillas por el piso que no se me ocurría pensar quién barrería luego. Mientras el vecino de los bajos comenzó a golpear levemente porque en su techo se sentían pasos continuados y esto le impedía dormir. Dormir es también transportarse hacia otro sitio. Cuando no se puede dormir uno se molesta y el vecino de los bajos golpeó entonces más fuerte para que cesara el rumor encima de su cabeza.

Nosotros no percibimos el ruido. Joni Mitchell rasgaba la guitarra y sentí que mi concentración alcanzaba un punto extremo. Hay un momento del día en que el cotidiano debe quedar excluido para no morir de estrés. Mi cuerpo astral comenzó a levitar. Tú aplastaste la colilla con el tacón del zapato. El tacón dio tal golpe en el techo del vecino que éste no pudo hacer otra cosa que salir al balcón y pedir silencio a gritos. Tanto aire tenía en los pulmones que el niño de la vecina de al lado del vecino de los bajos interrumpió su sueño bruscamente y comenzó a llorar. La vecina encendió la luz y fue a calmar al bebé, mientras su marido salió al balcón furiosamente para callar al de al lado que no dejaba dormir a estas horas de la noche.

Joni no cesaba de cantar y tiene una voz tan dulce, que apenas sentí tus injurias cuando por poco te quemas con el nuevo cigarro que acababas de encender. Tú pendiendo siempre de bastones terrenales, sin saber que es más fácil intentar entrar en armonía con uno mismo para alcanzar el equilibrio. El vecino de los bajos discutía balcón a balcón con su vecino, mientras el niño lloraba fuerte y cada vez más, hasta que la señora de los altos se despertó. La señora de al lado de nosotros, ésa que padece todas las enfermedades. Abrió los ojos en medio de la noche y al sentir el bebé de los bajos y los gritos de los otros, pensó que en el edificio había fuego, gimió aterrorizada y se desmayó. Su nieta se levantó corriendo al sentir el grito y al descubrir a la abuela en el piso, salió al balcón a pedir socorro.

Yo sonreí porque Joni hace con la voz lo que le da la gana. Me permite andarme lejos, un poco lejos de los otros y más cerca de mí misma. En un sitio distante donde sólo hay una voz que canta y todo es consonancia. Tú tosiste como cada vez que fumas en exceso. El vecino de los bajos amenazó al vecino de al lado con darle un bofetón. El bebé lloraba desconsoladamente, pero su madre sintió los gritos de socorro de la nieta de la señora de arriba y también salió al balcón. Su marido invitaba al vecino de al lado a darse unos puños en la calle. La nieta de arriba pedía una ambulancia y entonces en el edificio de enfrente comenzaron a encenderse algunas luces. El padre de los gemelos salió a la calle en pijama preguntando qué ocurría. Los gemelos aprovecharon para salir al portal.

Cada vez que Joni canta siento como si el mundo fuera otra cosa. Y en realidad es otra cosa, un poco más simple, un poco más humano. Sólo que tenemos demasiados vicios. Demasiadas preguntas sin respuesta. Un exceso de materialidad y cierto terror a lo precario. Tú fumas y caminas como si no pasara nada, siempre nervioso, sin sentir esta paz adonde me transporto. Sin sentir ni siquiera las malas palabras de la gorda madre de los gemelos para hacerlos entrar en casa en el mismo momento en que el marido de la vecina tiró una maceta al balcón del vecino de los bajos. El bebé gritó más fuerte, porque su madre lo zarandeaba intentando sostener a su marido, mientras la de arriba voceaba tristemente pidiendo una ambulancia y el padre de los gemelos, con ese timbre potente, invitó a los del barrio a telefonear. En esos momentos, claro, luego de las malas palabras de la madre de los gemelos, ya el edificio de enfrente estaba en pie. Unos de parte del vecino de los bajos. Otros del padre del bebé. Otros de la nieta de la señora desmayada. Y otros en contra de la gorda madre de los gemelos más insoportables de todo el edificio.

No sé por qué tanta gente olvida que existen los poetas, pero Joni no. Ella hace poesía y yo recuesto la cabeza. El último día del mundo existirá un poeta que escribirá la historia. Luego todo tendrá que empezar. Recomenzarán los signos y las emociones. Entonces volverás a caminar y a fumar, pero quizás encuentres soluciones o al menos esperanzas. Hoy sólo caminas mientras el vecino de los bajos sale a la calle acompañado del de al lado y se empieza a sentir la sirena de la ambulancia que viene de muy lejos y toda la cuadra está en pie. Los muchachos de la esquina hacen apuestas por el de los bajos o por el marido de la madre del niño. Y la madre del niño está también en la calle con una bata transparente y en brazos su bebé que no cesa de llorar, mientras la madre de los gemelos se acerca para calmarla. Los gemelos aprovechan para salir otra vez y su padre se une a otros hombres fuertes para buscar a la señora desmayada. Las esposas de los hombres fuertes quieren todas consolar a la pobre nieta que ahora grita, porque descubre que su abuela se ha levantado y en medio de tanta confusión ha llamado a los bomberos. Y ya se siente la sirena.

Tan simple Joni. Todo tan simple y cuánto cuesta entenderlo. Mientras sigas cantando para mí me mantendré a salvo. Las cosas más complejas suelen tener las explicaciones más simples. Transmitir un sentimiento puede resultar lo más natural del mundo y de tan natural necesitamos inventarnos sentimientos ajenos. Cosas difíciles como el silencio y la incomodidad de él que camina por el pasillo y vuelve a aplastar fuertemente una colilla contra el techo del vecino de los bajos. Pero el vecino de los bajos no se molesta, porque acaba de recibir un piñazo en el centro del estómago del puño del padre del bebé, que ahora está en brazos de la madre de los gemelos. Y los gemelos se divierten observando los cuerpos detrás de las batas transparentes de las mujeres que están en la calle. Uno de los esposos de las mujeres dice que esto no puede continuar y llama a la policía, mientras la nieta de la señora de los altos de los vecinos que viven al lado del vecino de los bajos, trata de disculparse con los hombres fuertes que fueron a socorrer a su abuela. Su abuela siente la sirena y nadie puede definir si es la ambulancia, los bomberos o la policía.

Es la última canción. Cuando se acerca el final, algo se me queda adentro. Algo que es mío y soy yo. Cuando abra los ojos el mundo será distinto, Joni. Cada imagen primaria es una imagen diferente y tiene que ser mejor. Tú enciendes el último cigarro y tiras la cajetilla al piso para hacerle compañía al montón de colillas que no se me ocurre pensar quién barrerá mañana. Mañana será diferente. Seguramente el vecino de los bajos recuperará el aire de sus pulmones en el hospital adonde lo conduce la ambulancia. El vecino de al lado del vecino de los bajos pagará la multa que le puso la policía por escándalo público. Los bomberos se contarán la historia del rescate de dos gemelos subidos en un poste para tratar de verle el blúmer a la muchacha del primer piso del edificio de la esquina. La nieta de la señora de al lado, que vive en los altos de la madre del niño de al lado del vecino de los bajos, dará pastillas a su abuela para que tenga un sueño feliz. El padre de los gemelos peleará con su mujer acusándola de irresponsable y además de haber salido a la calle exhibiendo sus carnes. Los hombres fuertes se darán los buenos días y sonreirán pensando que vieron a las mujeres de los otros casi en ropa interior. Las mujeres irán al mercado a comprarse nueva ropa interior (mejor que la de sus vecinas). Yo volveré a escuchar el disco Blue de Joni Mitchell. Tú seguirás fumando. Seguramente mañana será distinto. Ahora el disco ha terminado y yo incorporo la cabeza.

- ¿Te sucede algo?

- Estoy un poco preocupado, cada día que pasa siento que las cosas van peor, no sé, siento que esta ciudad me asfixia, el mundo todo me asfixia, y para colmo se me acabaron los cigarros.

- No te preocupes, mi amor, mañana será otro día, ahora vamos a dormir.