Rolando Sánchez Mejías en Brasil, por Idalia Morejón Arnaiz

Acaba de celebrarse en la Universidad de São Paulo, Brasil, el Coloquio Internacional “Poesía Rusa: Percursos”. Entre los días 5 y 6 de junio, dos conferencias, dos mesas redondas, un “Dossiê Dostoiévski” y la exhibición del documental “A paixão segundo Marina Tsvetáieva”, del director ruso Andrei Óssipov, despertaron el interés de estudiantes, profesores, investigadores y escritores, descontando, desde luego, la presencia de todos los invitados a participar del evento. Los temas presentados cubrieron el simbolismo, Mandelstam y su relación con Dante, la traducción de poesía –donde se dio amplia atención a aspectos técnicos y también a los avatares que la obra de Pushkin ha padecido en el tránsito a otras lenguas.

A modo de actualización, la última sesión del Coloquio estuvo dedicada a “La poesía rusa en el contexto mundial”, y en ella participaron la profesora y traductora Aurora Bernardini, junto a los poetas Régis Bonvicino y Rolando Sánchez Mejías. Aurora presentó traducciones de poetas rusos; dijo que la poesía rusa tiene algo más en relación a las otras, “algo trascendente”; Bonvicino habló sobre la labor de divulgación y traducción de la revista Sibila en esa dirección, y leyó poemas de Arkadii Dragomoshchenko, a quien él dio a conocer en Brasil; Rolando, a su vez, exhibió un curioso trabajo de buceo, donde salieron a la superficie los vínculos más o menos intensos, según las diferentes épocas, entre rusos y cubanos, ya desde el siglo XIX. Para mi sorpresa, el público se mostró particularmente atraído por los comentarios sobre las miradas que Martí y Casal lanzaron sobre el antiguo imperio.

Durante las sesiones del Coloquio, Rolando pudo concentrarse en el trabajo que había preparado después de una intensa pesquisa, en la que descubre cómo el interés por la cultura rusa fue mucho mayor en Cuba mientras no hubo que hospedar a “los bolos” en casa durante tanto tiempo. Ya el día 7 de junio, en el encuentro “Poetando com Rolando” que los estudiantes de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (FFLCH) organizaron para escuchar sus poemas, Rusia quedó atrás. El poeta brasileño Marcelo Flores, que ha vertido al portugués el cuaderno Cabezas, de Pedro Marqués de Armas, también tradujo y leyó poemas recientes de Rolando, con otros de Cálculo de lindes (1986-1996), (México, Aldus, 2000). Marcelo fue, además, el principal animador de este encuentro con los jóvenes. Cuba, Diásporas, el empobrecimiento de la literatura cubana y la política, la experiencia creadora, se encuentran en la pauta improvisada por los asistentes al recital. La charla que surgió después de la lectura ha sido grabada, y aquí transcrita, para conocimiento general.


¿Su literatura era bien aceptada en Cuba?

Sí, fundamentalmente sí. Yo la hago en Cuba a partir del año 1988, hasta 1997. Lo que pasa es que vivo fuera de Cuba hace once años. Y los últimos años que viví en Cuba fueron de censura personal, y muy opresivos desde el punto de vista cultural y económico. Hay una segunda parte de mi literatura que tiene mucho que ver con todo esto, con el cambio de lugar. Pero yo no solamente hago poesía, sino también cuentos, otros géneros. Y los cambios no ocurren de igual manera en todos los géneros por igual. Hay géneros que apelan más a la intimidad, como la poesía. El sesenta por ciento de los poemas que hemos oído hoy fueron escritos en Cuba. Era bien aceptada mi literatura por un sector de los escritores, pero por otros no. En Cuba hay una gran tradición de realismo, y cualquier gesto contra el “realismo” (realismo mal entendido, por otra parte), es visto como un despropósito, o sencillamente como un ataque a la tradición o los intereses de escritores-funcionarios que tratan de “velar” por dicha tradición .Cuando digo que era fundamentalmente aceptada, lo digo en el sentido de que muchos lectores, escritores, estudiantes de letras, y profesores, aceptaban esa literatura como un acto novedoso en el panorama nacional, lo cual tenía una doble lectura: literaria y política.

¿Cuál es su opinión sobre las formas de expresión posibles para sus poemas, cuando son leídos en silencio o cuando usted los recita, ya que contienen elementos gráficos diversos?

"n", por ejemplo, es un poema que está descolocado en la página; tiene mayúsculas, letras de ciertos tipos, Nietzsche con su bigotito, dibujos, recuadros. Lo que sucede es que uno piensa que hace ciertos poemas con un cierto ritmo. Habrán oído, quizás, que hay ciertos poemas que son casi sotto voce, como un silencio continuado, y hay otros que son más histriónicos, donde uno necesita colocar su voz, porque si uno va ante un público tiene que desubicar el tono también, si no, no se consigue la misma intensidad. En la poesía hay dos formas claves: o se lee en silencio, o se lee ante un público; o es canto, o es un soliloquio, y lo que yo trato es de intentar colocarme en la posición en la cual yo intenté crearlo, y de tal manera re-crearlo con la voz, pero no es fácil. Creo que son tres mundos: cuando se lee, cuando se oye y cuando uno lo recita. Sin contar con los mundos de la escritura, que se sostiene entre el silencio y los “sonidos de la vida”... Cuando escribo poesía, y muchas veces también cuando escribo prosa de ficción, es mi cuerpo completo el que avanza motoramente en esa actividad. La energía del cuerpo debe concentrarse en la mano. Y no pocas veces es por arranques, sacudidas, como se logra la escritura. Sin embargo, hay otros “procesos” donde prefiero el “silencio”, el deslizarse de las palabras sin apenas ruido.


Quería preguntarle por el contexto del grupo de poetas que se reunieron en Diásporas, porque ahora la literatura cubana se está haciendo en diferentes lugares del mundo, y también está influyendo en los que viven en Cuba. ¿Cómo ha continuado ese recorrido de Diásporas hasta la fecha?

Diásporas fue un grupo y una revista. El grupo se fundó alrededor de 1993, pero la revista mucho más tarde. Era un grupo de unas seis, siete personas que casualmente hoy casi todos estamos fuera, en la diáspora real. Pero en esos años Diásporas era huir, huir de un centro. Existían dos centros que nos marcaban con mucho énfasis. El primer centro era la política cultural cubana, con todas las derivas que eso trae, y el segundo era la propia tradición de la poesía cubana y del cuento cubano y de la literatura en general. Digamos pues, que Diásporas tenía como una doble cara: política, porque realmente éramos como una especie de resistencia frente al poder político (Diásporas se hizo como un zamisdat, pocos ejemplares que pasaban de mano en mano, con recursos propios, en secreto, al margen del poder), pero por otra parte era como un punto de fuga, desde un eje muy encerrado que era la isla, que era el canto sobre la isla, o el "yo-víctima-que-vivo-en-la-isla-rodeado-del- mar".
Creo que solamente quedan dos escritores del grupo en Cuba. El resto se ha ido. Yo me fui, me largué, y en parte me largaron, en 1997, Rogelio Saunders unos años luego (que ha escrito un par de cuentos y dos o tres poemas de los mejores escritos en Cuba en todos los tiempos), Pedro Marqués de Armas (cuyo libro
Cabezas, como libro, es uno de los más rotundos de la poesía cubana, como Algo de los sagrado, de Omar Pérez, y otros pocos, Carlos Aguilera también, que es casi como el eje de la revista pues la sostuvo junto a Marqués de Armas en Cuba cuando yo salí, y también porque la poesía de Aguilera fue el gesto más radical, más de avant-garde, la gente no entendía ni aún entienden su poesía, que debe leerse como una provocación.. Ahora bien, tú haces una pregunta que es muy perentoria y es la que hoy mismo nos estamos intentando contestar. Diásporas prosigue hoy, pero ya hay como una especie de nuevos puntos de fuga de lo que éramos, y cada cual va encontrando su propio territorio: novela, cuento, ensayo, incluso géneros cruzados.
Lo que sí es cierto que continúa un gesto de vanguardia, y, por favor, no lo interpreten como algo que uno quiere que ocurra, pues cuando se dice “vanguardia” parece que uno está queriendo concederse una determinada calidad literaria, y no hablo de “calidad”, hablo de “cualidad”, algo rotundamente nuevo en Cuba. Pero
Diásporas se hace muy fuertemente también de la tradición cubana, de la tradición de Brasil, de la tradición argentina. Nos influyeron mucho los hermanos Campos, Drummond de Andrade, Paulo Leminski, nos influyó mucho la poesía rusa, Brodsky, los poetas norteamericanos, Borges, Macedonio Fernández, César Vallejo, los centro-europeos, Coronel Urtecho, Carlos Martinez Rivas y el primer Ernesto Cardenal, Octavio Paz, López Velarde. Y por supuesto Lezama Lima, Cintio Vitier, Eliseo Diego, el grupo “Orígenes” en general y su deseo de “trascendencia”, de “poesia medular”. Digamos que fue más bien como un gesto de fugar hacia muchas partes, un movimiento hacia fuera y hacia adentro a la vez. Eso parte el alma, señorita.


¿También tienen una relación diferente con el lenguaje?

Exactamente. Es como poner el corazón y la mente en una misma posición, cosa que no es fácil, pero que ambas cosas produzcan el poema o el cuento. Digamos, una fuerte expresión de la mente con una fuerte expresión de un pathos, de una sentimentalidad "x".Y esta “x” es la x de Nietzsche, que ya fugó de su centro.


¿Cómo es crear en Cuba?

En Cuba hay dos fuertes caminos para la literatura: un camino que tiene que ver con lo real, con las palabras –“una mesa es una mesa, no es otra cosa”, y tal, como dicen los españoles. Y el otro camino es más imaginativo. Son dos corrientes que siempre nos han estado golpeando, tanto en el lado barroco, José Lezama Lima, que es muy determinante, y por el otro lado, un lado muy cínico de la vida. El cubano es un ser como muy niño, pero también muy astuto y muy cínico, y todas esas cosas hacen como una contraposición, y entonces de ahí salen poéticas más cínicas, como la de Virgilio Piñera, que es uno de los grandes; no sé con quién compararlo en Brasil. Y luego está José Lezama Lima, que junto con Alejo Carpentier, son los dos grandes monstruos del barroco en Cuba. Luego está la tradición de Hemingway, de William Faulkner, del Boom, de Guimarães Rosa, pero, fundamentalmente, hoy hay una literatura pobre, tanto en Cuba como fuera de Cuba. Creo que es una época más de salto, de búsqueda, que una época de grandes nombres. Quizás esto pase en todo el mundo. Y esto pasa también por la situación política cubana, en que estos últimos cincuenta años crean un gran paréntesis; eso afecta directamente al ser que lo ha vivido -como es mi caso, que lo viví desde que era niño hasta los cuarenta años-, como al que se ha ido. Digamos que es un trauma, o un síntoma, como quieras “tratarlo”. Es una pregunta que yo no llamaría ontológica, porque me parecería muy cruel, pero es una pregunta que aún literariamente necesita respuestas.


¿Usted atribuye el empobrecimiento de la literatura cubana al proceso político?

Creo que sí, que se creó una fuerte fisura. El hombre de letras en Cuba desapareció, y el hombre de letras es algo importantísimo, porque es el hombre que mantiene los vínculos en un espacio público. Desaparecido este hombre de letras, en cualquier tipo de república que sea, por muy mala que sea, desaparecen muchas cosas juntas. Digamos pues, si ya no hay un espacio público donde puedas crear grupos, revistas, donde tú te puedas mover libremente, donde puedas participar en los movimientos públicos del mundo, cosa que pasaba en Cuba con extraordinaria facilidad en los años treinta, cuarenta y cincuenta. No estoy conversando sobre la relación pobreza riqueza y literatura, son campos difíciles de uno poderlos montar. Pero realmente creo que hubo un golpe fuerte, y luego mueren una serie de hombres que venían formados en ese mundo pequeño, ridículo, miserable, como querrás llamarlo, llamado república, pero que era importantísimo. ¿De dónde surgen Carpentier, Lezama Lima, Nicolás Guillén? ¿De dónde surgen nuestros grandes hombres de letras, nuestros grandes músicos? Precisamente de la república tan mala que habíamos tenido. Entonces, claro, para nosotros fue importantísimo recoger el legado Lezama Lima, Virgilio Piñera, pero también irnos rápidamente hacia Cortázar, Borges, hacia otros puntos, para no quedar medio cogidos dentro del realismo cubano por una parte, y dentro del barroquismo cubano por la otra. Y ahí están Calvert Casey y Lino Novás Calvos, esos sí eran realistas “duros” de verdad.


¿Cuáles son los autores cubanos que en la actualidad usted considera están dando ese sentido de progresión?

Uno de ellos es Pedro Marqués de Armas, otro es Carlos Aguilera -ambos hacen poesía-; Rogelio Saunders; José Manuel Prieto, que es del grupo Diásporas también, y que escribe novela, dos de ellas importantisimas. Pero claro, este hombre es otra deriva: Cuba, Rusia, México, y hoy los Estados Unidos. En Cuba quedan poetas muy buenos, están Reina María Rodríguez, Ismael González Castañer, Omar Pérez, Ricardo Alberto Pérez. Y Antonio José Ponte y Jorge Luis Arcos en el ensayo, ambos viven desde hace poco tiempo en Madrid. Si se concentraran directamente en el ensayo serán grandes ensayistas de la lengua en unos años, y otros ensayistas que están investigando con energía en la cultura cubana, y no sólo en la cubana, como Jorge Ferrer, Rafael Rojas, Duanel Díaz, Iván de la Nuez, Ernesto Hernández Busto, Jacobo Machover, Pio E. Serrano, y narradores como Lorenzo Garcia Vega, que se siente casi como de DIASPORAS, y un poeta como José Kozer, una parte de su poesía es sencillamente imprescindible para la literatura cubana y latinoamericana.

Lástima que a veces no haya “concentración”. Todos debemos concentrarnos un poco más. No dejarnos “perturbar” por espacios literarios o géneros literarios que no nos competen. De eso hablaba Hemingway: tener un detector de porquería, un ojo avizor. Y son tiempos malos para la literatura, se han perdido las coordenadas, por eso la auto-conciencia se vuelve doblemente útil. ¿Por qué no acaban de producirse líneas continuas de buenos libros, sostenidas con energía en el tiempo, en los escritores cubanos? Por falta de concentración, y de auto-vigilancia... Y por impaciencia del corazón. Sé que es difícil, que el desarraigo es tremendo, y que el contexto literario mundial –el mercadeo- son armas terribles contra el escritor cubano y no cubano. No hablo sólo del desarraigo del exilio, hablo del profundo “desarraigo” que habita en el cubano hoy.


¿Entonces es a través de Diásporas que se produce ese fenómeno de ruptura con el mundo anquilosado de la política, por un lado, y por otro con el barroquismo?

Fíjense bien, comparen la situación siguiente: que en Brasil no haya existido vanguardia nunca, ni los conceptualistas, ni los concretistas, ni los años 1920. ¿Qué hubiera pasado? Bueno, no sé, pero claro, Brasil sería otra historia. Cuba es un país donde no existió una vanguardia poderosa nunca, sabe Dios por qué, hay que investigar en eso. Y para nosotros fue importantísimo, pues, llenar ese pequeño hueco, ese pequeño nicho que no hubo. Lo que sucede es que ya habían pasado 50 años, y lo que nos ayudó fue la parte más saludable de la “post-modernidad”, si por postmodernidad se entiende proseguir algunas posibilidades de la vanguardia por nuevos caminos, como las películas de Tarkovski y de David Lynch, para hablar de dos ejemplos extremos.


Para usted, ¿cómo tiene lugar esa búsqueda?

La búsqueda de la palabra tiene que ver mucho también con cómo tú vives: los cambios políticos, los cambios físicos (la salud o el paso de los años), el dinero, tu relación con el mundo, el espacio público. Es irse de una isla cerrada donde no tienes oportunidad de irte, donde no hay comida, donde no hay internet, donde la vigilancia de los otros pesa sobre ti con mucha fuerza, donde el dinero no circula correctamente. Primeramente sientes como un alivio, después comienzan los problemas. Dinero. ¿Cómo te buscas el dinero? Y esa misma búsqueda es la misma porción de sobrevivencia, y comienzas entonces a replantearte Cuba desde otro ámbito, porque ahora en verdad estás actuando solo.. Estás solo con tus propias fuerzas. Y eso es duro pero hermoso.
Antes Cuba era como una cruz tachada, ahora Cuba es como algo que uno intenta re-entender, tanto para la política, tanto para la tradición literaria -porque no es lo mismo once, quince años, veinte año de exilios, que dos o tres, o viajar y volver continuamente como hacen muchos.. Cuba se te va volviendo lejana, pero te ocupas más de ella, es como una preocupación política, (política en el sentido de “lugar”) porque también es responsabilidad tuya, pues si yo me sentí parte de un movimiento de ruptura y de resistencia política dentro de un marco de reformismo, aún hoy me siento preocupado por el gesto mío, aunque sea un gesto completamente intrascendente. Pero este gesto es mío, no tiene que ser el de los demás poetas, cada cual crea su vida como puede; porque hay quien vive muy mal, hay poetas cubanos que viven muy mal dentro de Cuba y fuera de Cuba. Yo no vivo mal, yo me he ganado un espacio trabajando, y en un espacio a veces polémico como es el de Cataluña, donde he tenido también que reaccionar contra el nacionalismo radical, en esa misma Barcelona que me dio apoyo para abrirme espacio, que me ayudó muchísimo en mis comienzos, así son las cosas, contradictorias, y donde quiera que uno vaya tiene que enfrentarse a las contradicciones. Pero muchos cubanos no saben lo que es trabajar, lo que significa crear un espacio con las propias manos de uno, porque en Cuba se les cortó este “deseo”, esa “cualidad humana”. Entonces estos grandes problemas son los de la poesía también. Respuestas que tengo ya ahora medio respondidas en el espacio vital y en el mental, pero que sólo tendrán solución a medias en el acto de la escritura .Literariamente hablando. Si es posible hablar así Porque en literatura no se habla.


¿Qué opina usted sobre Cuba?

Cuba es un buen país, los cubanos son buenas personas, merecen un mejor gobierno. Ojalá que se realice un futuro político dentro de una nueva izquierda, no esta izquierda, que es anquilosada, deleznable. Se necesitan nuevos jóvenes para que reformulen la política, pero es problema de castas, desaparición de los más viejos para que por fin entren los más nuevos. El panorama es “indecidible”, complicado, puede pasar cualquier cosa, desde una violencia civil muy grande, hasta sencillamente ir rumbo a un capitalismo de orilla, un capitalismo “orillero”, digamos. Pero también hay caminos mejores. No creo que haya que trabajar tanto en el ámbito de la búsqueda de una “nación”, como en la búsqueda de un nuevo tipo de Estado. Nación ya tenemos, desarraigada, fantasmal, lo que quieras, pero ya somos “irremediablemente” cubanos. Debemos conseguir un Estado serio. Y hay que trabajar en esos caminos, ¿que van a dar a la mar? No quisiera pensar que nos hundiremos en el mal.