Norge Espinosa contra homofóbico anónimo

Primero el texto del anónimo Pepino. Luego la réplica de Norge Espinosa



Entre las patas del caballo

Pepino

Desde hace un tiempo hacia acá se ha desatado lo que pudiéramos llamar “tortilla en cadena”. En la apacible ciudad de Matanzas donde lo único que funciona adecuadamente es la inefectividad de los dirigentes de cultura los gays han tomado el poder de las revistas literarias, de las imprentas y hasta de los centros culturales para imponer sus modus fascendis de cultura sexual y para lividinizar con su sobrecarga a los ya escandalizados círculos del partido que están estrechamente vinculados con la farándula de provincia. Hace algunas noches asistí, por invitación de unos amigos que desconocen de mi identidad como Pepino, a la hermosa ciudad de Matanzas en la que por poco tengo un accidente debido a la carencia de señales del tránsito, no obstante al inconveniente mi noche fue abundante pues obtuve datos escalofriantes sobre la vida incultural de la ciudad, sobre esa “mediocridad” de la que habla José Ingenieros en su excelente libro EL HOMBRE MEDIOCRE. Lo primero es lo primero. Llamó mi atención revisando algunos de los cuadernos de literatura recientemente promovidos por la ciudad un texto singular de teatro a través del cuál la marchita poetiza de EDICIONES VIGÍA, Laura Ruiz, discurre a través de un texto con nulo valor literario en una patética conversación con Amalia, símbolo de la historia camagüeyana, esposa de Ignacio Agramonte. Con un estilo soez , Laura Ruiz, enarbola un discurso homosexual con el fantasma de esta noble dama y nos conduce entre sus traumas interiores sin que nunca sepamos por qué ni para qué se produce esta despersonalización de una delicada entidad histórica que en este libro, cuyo titulo no me atrevo a repetir, es puesta al servicio de un culto sáfico cuya academia encuentra su signo en la más burda escuela de la “tortilla cubana”. Es el caso de muchos autores cubanos que como consecuencia de sus eros enfermos y vapuleados por los tabúes sexuales derivan hacia el arte en busca de una libertad que sus familias, sus amigos, y otros convivientes sociales, les han negado a consecuencia de su orientación sexual. El resultado es un elitismo que no es propiamente intelectual, es un elitismo signado por grupos de pertenencia, o sea, los nobles intereses del arte ceden su lugar, a una simpatía de elección (objeto erótico), y claro está, cuando unos cuantas personas con esta filiación confluyen en un mismo centro profesional, laboral, etc, se origina lo que pudiéramos llamar un monopolio de bolsillo, una sociedad reaccionaria hacia todo lo que contradiga sus valores. Sabido es entre muchos intelectuales de la provincia con los que he tenido el privilegio de conversar los obstáculos que muchos escritores encuentran para publicar sus libros y sortear estos “círculos del poder” que han sido auspiciados y permitidos por los dirigentes del Libro y de cultura, los cuales han avalado la publicación de folletos deplorables como el de la propia Laura Ruiz sin que hayan tenido en cuenta las útiles opiniones de otros intelectuales del ruedo. Una de las razones quizás estriba en la ignorancia en cuestiones de cultura que poseen estos directivos. Citemos el lamentable ejemplo de la directora provincial de cultura, alias MERI, cuyas anécdotas de meteduras de pata, incongruencias históricas, y errores de toda naturaleza, son famosas a lo largo de la isla. Entre las más conocidas de estas anécdotas tenemos una que me causó mucha risa, y que a continuación se las transfiero.

En vida del culto historiador de la ciudad, quien falleció hace algunos años de una enfermedad degenerativa, un grupo de intelectuales encabezados por él y, por supuesto, por la tal MERI, asistieron al Castillo de San Severino, construcción colonial que se ha declarado Patrimonio de la Humanidad. Con el fin de restaurarlo el notable historiador sugirió rescatar los planos originales de los Archivos de Indias. Inmediatamente la directora de Cultura, dijo: ¡Excelente, un grupo de amigos míos parte dentro de poco para Cálcuta. Ellos pueden buscar esos planos en los archivos de la India. Esa es la directora de cultura de la ATENAS DE CUBA. Una Atenas en ruinas donde muy pocas figuras de generaciones anteriores mantienen vivas las llamas de la antigua gloria intelectual. Fiel discípula de esta comediante que payasea ante los artistas me han comentado sobre Lurdes, la directora del Instituto del Libro, quien antes fungió como directora de la Biblioteca Gener y del Monte. A su mando no sólo se han perdido libros de intelectuales matanceros los cuales han amenazado con demandar al centro sino que, además, se han retrazado los pagos por derecho de autor de materiales ya publicados. Parece ser, según algunos investigadores, que es política del Instituto del Libro en Matanzas no pagar sus deberes en tiempo y forma, e incluso no pagar. Mi investigación me condujo a las EDICIONES VIGIA que fueron fundadas por Alfredo Saldivar, Rolando Estévez, y la propia Laura Ruiz, además de otros cuyos nombres no me fueron precisados. Estas son ediciones artesanales que surgen en pleno periodo especial con el objeto de proteger la continuidad espiritual de la literatura ante la carencia de recursos, debido al bloqueo y todo lo demás. En sus inicios, por ser una editorial pobre y de buena voluntad, por realizarse solamente con escasos materiales a mano, ser pocos sus artesanos, y realizarse la venta en moneda nacional, los derechos de autor no se pagaban, todo esto con el consentimiento del propio autor. Los tiempos cambiaron. Se legalizó la divisa, y la moneda libremente convertible. En los tiempos actuales EDICIONES VIGÍA produce una enorme cantidad de libros, los cuales son vendidos en dólares en el extranjero, aprovechando los viajes que por invitación realizan al exterior sus trabajadores, fundamentalmente Laura Ruiz. Estos libros que son procesados con mayor experiencia editorial, y mayor calidad, alcanzan precios inalcanzables para los salarios medios de los propios intelectuales de la provincia, los cuales se ven obligados a realizar colas para alcanzar los escasos números de una venta misérrima que se realiza para taparle la boca a los que están molestos con esta situación. Se supone que ahora que la cosas han mejorado económicamente, que el mercado de Vigía se ha ampliado, se paguen los justos derechos de autor. Nanina Lo interesante es que Laura Ruiz ha logrado reparar toda su casa, incluso ha realizado ampliaciones, y sus amantes mujeres, se ven beneficiadas con exquisitos regalos, ron y vinos caros, perfumes y otras sánsaras, que le han permitido establecer un nivel de vida que todos merecen, siempre y cuando su crecimiento no sea el resultado de la expoliación de los tan útiles y necesarios derechos de pago. De algún modo este proceder beneficia a la dirección de cultura y al instituto del libro en Matanzas que permiten la prevalencia de estos mecanismos y los incluyen, además, dentro de su propio proceder administrativo. EDIDICIONES VIGIA, fue fundada según se me ha explicado para la extensión de la literatura en el ámbito provincial, pero como los escritores jóvenes y desconocidos no venden ni sirven para el mercadeo, tan útil a esta institución, son sustituidos por los consagrados. He logrado adquirir de modo callejero, al precio de dos dolares, interesantes ediciones de hace cinco y siete años. Autores como Fina García Marruz, Cintio Vitier, tal vez sean de los más publicados. Bajo la piel de notables poetas de provincia, algunos de estos, otrora promesas de la literatura cubana existen como mercaderes que ponen a venta la palabra a los ojos “ciegos” de quienes tienen la autoridad para poner las cosas en su sitio. Por otra parte hace, quizás menos de un año, el escritor Matancero Alfredo Saldívar dirige la revista literaria de Matanzas, cargo que se le había negado después de haberse exiliado en España y haber regresado a la patria. Esta fue es una razón a tener en cuenta; la otra es el homosexualismo de este escritor, el cual reside con su novio, un joven diseñador de artes gráficas, en un confortable apartamento del Reparto Armando Mestre. También he sabido que Saldivar, quien fue fundador de Vigía, como ya dije, producto de divisiones con los antiguos fundadores, ha permanecido alejado de esta editorial. La imprenta de Matanzas se ha convertido también en lo que pudiéramos definir como un nido de “pájaros de mal agüero”, o como una “jaula”, los cuales realizan su rapiña sobre los ejemplares facturados allí y así van viviendo, de lo que en el pasado se denominaba el robo, o la malversación, o la estafa, pero que ahora es la única salida de sacar “chavos” y pagar con ellos los reclamos de la carne.

Quizás todo esto sea la “resaca” o los efectos de los escandalosos hechos acontecidos hace más o menos dos años en la UNEAC de esta misma ciudad, cuando su director, Lincon Capote, y su comercial, fueron llevados a los tribunales por la malversación de una cantidad que se eleva a los cincuenta mil dólares y a una alta suma en moneda nacional. Como vemos, el tronco que estaba bien podrido, lo han penetrado hasta las raíces las ilegalidades, las cuales se mantienen a la orden del día como el picadillo de solla. Un poeta importante de los ochenta, Rolando Estévez, el cual dirigió literatura durante el mandato de Lincon Capote, se ha visto forzado a abandonar su cargo para ceder su lugar a un destacado profesor de la Universidad de Matanzas. Las causas de su auto despido están relacionadas con críticas que le fueron realizadas a su proceder dentro del organismo, pero todo parece indicar que solamente se trata de un acto de sanidad orientado por la máxima dirigencia de la UNEAC. La cercana relación de Lincon Capote y Carlos Martí produjo una crisis siniestra y el espanto de los ejecutivos de la UNEAC nacional, los cuales hicieron todo lo posible por controlar el escándalo dentro de los marcos de la Provincia. Sentencia dictada, olvidado el asunto, pero me hago esta pregunta: ¿la crisis moral, artística y espiritual en Matanzas, es un resultado de ciertas historias tenebrosas o tiene más que ver con las “élites” o grupos de poder que se han estructurado tomando como punto de partida la orientación sexual y los intereses económicos? Como tengo programada una visita a Camagüey, me gustaría, por cierto, preguntarle al historiador de allí si la visita mística de Amalia Simone a Laura Ruiz también la han recibido otras, pues de ser así muy pronto tendremos en toda la isla sesiones de güija y médiums intentando contactar a la digna dama que en sus vuelos astrales desciende sobre los desnudos cuerpos de nuestras lesbianas provinciales.

Me permito hacer una recomendación a los escritores e intelectuales de la Provincia de Matanzas, los exhorto a que defiendan sus derechos con más eficacia. El silencio consensual de ciertas élites, como Vigía, el libro y la dirección de cultura, está más relacionado con los mismos intereses económicos que con el temor a expresar con libertad lo que piensan. A los escritores que se encuentran en la periferia y no se han comprometido con estos grupos si los entiendo: temen ser chivos expiatorios, tienen miedo a caer mal, a que se les obstaculice el trabajo pues sus publicaciones dependen de estos pequeños grupúsculos de poder en los cuales para penetrar hay que tener como condición sine cua nom declararse gay públicamente, o escribir literatura gay. La reacción de estos grupos es ya más política que artística, es más económica que ética. De todos modos el circo está hecho, las carpas permanecen levantadas. ¿Pero por qué esté fenómeno es tan típico de Matanzas, la ciudad más cercana a La Habana, puerto de mar y con una tradición cultural tan sabrosa? ¿Quiénes son los líderes, los que pueden defender de manera efectiva a los intelectuales, los que pueden instrumentar formas de trabajo que protejan a la cultura de la mediocridad y el chovinismo cultural?

Por simple interés he tratado de descifrar los logros de la cultura matancera siguiendo el curso de los últimos dos años. Con excepción de ciertos triunfos de autores aislados no he descubierto nada, al no ser un ciclo de ineficacia administrativa, de indiferencia hacia el creador. ¿Otra pregunta me asalta? Si los resultados son nulos, si la crisis es saludable, sin los problemas tienen a agudizarse, por qué la tendencia se inclina hacia la perpetuación en sus cargos de los que no hacen nada. ¡Tanto que hay que hacer en la agricultura y en la crianza avícola y tantos cuadros desperdiciando en las esferas culturales!

De todos modos me e namorado por segunda vez de Matanzas, de sus puentes, de su ermita en ruinas, de la zozobra de sus calles, de la pasión de sus verdaderos artistas y de la sensibilidad de algunos ejecutivos que han coincidido conmigo en estas apreciaciones. Celebro al Sauto a punto de derrumbarse y su patio demolido. Celebro el Café Atenas donde una vez en el pasado bebí el té de la poesía. Celebro sus antiguos trovares y la interminable calle medio por donde los artistas se pasean buscando una razón para soñar.


Homofobia anónima

Norge Espinosa Mendoza

Acabo de leer la nota con la cual el anónimo Pepino vuelve a sus andadas. Así como antes quiso ganar una notoriedad precisa emprendiéndola contra un producto cultural tan sospechoso como La diferencia, protagonizado por una suerte de versión endémica de Walter Mercado incorporada por el cantautor Alfredo Rodríguez en una prodigiosa labor mediúmnica; el crítico vegetal ahora muestra la garra que en algunas de sus frases sobre aquel acontecimiento ya dejaba mostrar discretamente. Su anhelo de mesías ingenioso, de patriarca defensor de algunas verdades que, dada la cobardía con la cual suelen expresarse la mayoría de nuestros críticos, sonaban como verdades celestes contra tanto silencio; es ahora amplificado cuando la emprende contra varias personas que en la ciudad de Matanzas forman parte de una tradición cultural en esa ciudad. Otros fantasmas, y no precisamente los de la familia Milanés, han espantado al Pepino durante su paso por la ciudad de los puentes. Y como si se calzara el sombrero de Zequeira, que hacía invisible a quien lo usara, recorrió parajes más o menos públicos para volver ahora con una carga de datos que van de la nota propiciatoria al mero insulto, demostrando una vez más que el artista cubano aprende poco de sus virtudes y prefiere ganar fama a partir de sus defectos. El texto en cuestión, tecleado de la peor manera y no carente de faltas ortográficas que tal vez las editoras de Vigía a las que el Pepino critica no hubieran dejado pasar, es el peor de cuantos he leído bajo su fantasmagórica firma. Y es una lástima, otra vez, no saber quién así escribe. Una lástima volverse a preguntar si el anónimo le sirve de máscara graciosa o de cobarde disfraz para no decir su verdadero nombre.

El pánico homosexual que corroe a este Pepino hasta el grado de la pudrición es lo que me sobresalta. En casi todas las directivas de la UNEAC, a lo largo de sus más de cuatro décadas, y otras tantas instituciones culturales se han detectado casos de corrupción y malversación como el que ahora él delata. No todas las personas que portan cargos de peso cultural en nuestro país son las ideales, y esa verdad no debe ser perdonada ni siquiera con la posibilidad de recordar los dislates que esos funcionarios cometen desde sus propios ridículos. Es un error de política estructural que desgraciadamente padecemos en numerosas esferas. Lo que apenas vio el Pepino es que esos ridículos no impiden que Matanzas siga produciendo cultura, no solo la literaria, sino la que grupos teatrales como Las Estaciones o Papalote aún generan, por encima de numerosas contingencias que sin dudas reclaman una atención mayor del Partido y otras instancias, pero que bajo ningún concepto deben servir de escudo para atacar en lo personal a determinados creadores. Si hay en verdad un conjunto de lesbianas que maneja un concepto literario que es capaz de molestar al tal Inquisidor, digo, Pepino, es cosa que tomando el texto de Laura Ruiz como eje debiera discutirse desde lo literario, ya que es una obra literaria la que propicia una lectura tan inquietante como la que le preocupa. Imaginar un lazo entre la corrupción de varios funcionarios y la homosexualidad de Alfredo Zaldívar y otros colegas es una de las más zafias y bajas maniobras de las que he podido ser testigo, que trata de ocultar la obra editorial, poética y humana de una persona a la que se le deben, es cierto, muchísimas más cosas por su empeño fundacional de lo que estas líneas mezquinas del Pepino sugieren. La homofobia es una manifestación también política, como indican numerosos investigadores. ¿Qué temor político despierta la homofobia de este sujeto enmascarado, anónimo en un país donde afortunadamente, y no pocas veces a riesgo de ser aún más despreciados de lo que lo fueron en sus silencios, los escritores homosexuales han comenzado a arrancarse los antifaces para decir que su amor sí "puede decir su nombre"? ¿Cómo recuperar verdaderamente el legado de Piñera, Lezama, Casey, Sarduy, Ballagas, Arenas y otros si desde el subterfugio de un anónimo se ataca así a una parte del cuerpo sociocultural que finalmente el Cuerpo de la Nación, no sin estremecimientos ni incomodidades, comienza a reconocer como suyo? ¿Por qué no le preocupa, digamos, el modo en que escritores no homosexuales echan mano a fábulas de escarceos homoeróticos para implantar su nombre en ciertos mercados, cosa que ocurre no solo en La Habana o Matanzas? ¿Por qué no le preocupa el que este país siga dando la espalda a la difusión concreta de las nuevas corrientes teóricas y literarias que fundan un concepto preciso de literatura homoerótica, y propaga en cambio visiones superficiales de esos segmentos de nuestras letras dando rango de especialistas a personas que apenas saben lo que es en verdad el ámbito de las letras? ¿Por qué no le preocupa la inestable legalidad de los cientos de homosexuales que noche tras noche viven sus vidas a riesgos de multas o persecuciones? ¿Por qué no le preocupa el otro ghetto, el de los heterosexuales, que en una medida muchísimo mayor que la que pudieran alcanzar cinco Lauras o diez Alfredos de los aquí denuncia, han dictaminado políticas editoriales que hasta no hace mucho discriminaban esa clase de creaciones literarias que pudieran ahondar en las complejidades de lo homoerótico? ¿Qué clase de persona pervive tras ese anónimo que es capaz de poner el grito en el cielo por estas cosas, y no es capaz de poner su nombre en limpio para manifestarse?

Me pregunto quién es el tal Pepino para recomendar algo a los escritores matanceros, cosa que, desde su altar, pretende en algún momento. Y peor aún, quién con uso de razón puede tomar el consejo de quien se oculta tras un anónimo. Si los autores de esa localidad, o de Camagüey (donde, ay querido Pepino, hay muchos más homosexuales de los que usted nombra o supone en Matanzas, pero espero que con la suficiente conciencia de sí mismos como para no dejarse motivar por sus desafueros de machito-enmascarado-que-se-deja-invitar-para-luego-mandar-por-email-la-orden-de-¡enciendan-las-fogatas!, en vez de hacer las preguntas pertinentes allí mismo y ante las personalidades a las que luego, desde la retirada, lanza sus fogonazos) al cual se dirige, tienen inquietudes profundas sobre sus problemas, toca a ellos el acto de valentía de plantearlos y exigir con argumentos sólidos, y no con datos de vida privada manejada como un arma de varios filos, que todo se esclarezca. Usted, Pepino o quien sea, ha dejado que su homofobia y su propio ghetto de ideas, le impida ver lo que aportan Laura, Zaldívar, Estévez y tantos más desde un esfuerzo que no es solo Vigía o Matanzas; y lo que es peor, ha utilizado la parte menos pública de sus vidas para denigrarlo. Puede hacerlos porque ellos, a diferencia suya, firman sus nombres y sus artículos, dicen sus verdades con el dominio que les corresponde, y no necesitan de falsos estandartes o disfraces de domingo para encauzar a sus enemigos o dar rienda suelta a sus recelos. En el fondo de sus palabras, late una homofobia que, cómo no, está muy a tono con el recelo que ha levantado por estos días a varios artistas de la modorra y las diferencias en que parecían sumidos. La misma homofobia que alentó la UMAP, la parametración, etc, que no diferenció entre la calidad y la entrega de los artistas a los que juzgaba de una vida sexual que consideraba nociva y digna de escarnio.

Como homosexual que soy, y que se expresa en un país donde la homofobia me golpea cada día en muy distintas y no siempre sutiles expresiones, puedo decirle que ya he visto en el trasfondo de sus criterios el horror que sobre usted mismo se avecina con tales maniobras. Un horror que genera otros silencios, en franca contradicción con esas "verdades" que exige de modo tan descolocado, y que olvida los matices de lo que cada cual puede aportar desde una vida que se le da para ser revelada, más allá de una mera cuestión de índole sexual. No todo el mundo aplaudió la premiación de un libro que contenía "Vestido de novia", como tampoco todo el mundo vio con alegría el estreno de Fresa y chocolate; del mismo modo en que usted disiente de los valores literarios que un jurado descubrió en el texto de Laura Ruiz; como no todo el mundo recibirá con alegría civilizada la aparición del reciente libro con el cual Abel Sierra ganó el premio Casa de las Américas, que cierran testimonios de transexuales y homosexuales cubanos. Tampoco aspiro a que todo el mundo aplauda por igual, las utopías existen porque son inalcanzables. Y conste que he asumido mi homosexualidad sin orgullo vano ni ánimo de bandera, lejos de mí han estado los anhelos de poder desde esa otra clase de ghetto: en mi soledad está quizás toda mi fuerza. Y créame que aprecio la literatura por su calidad intrínseca, no por la temática que aborda superficialmente: de eso dan fe varias críticas y artículos sobre libros o espectáculos de matices homoeróticos, aunque no falten entre nosotros muchos que abran un volumen de Proust para saber quién era "ese homosexual" y no "ese escritor". Pero sí aspiro a algo más que a una homofobia anónima: aspiro al respeto que merece cada cual y desde el que podemos enjuiciarlo todo, menos el derecho con el que cada cual se levanta a ser, y no simplemente a ser juzgado. Así como aspiro, algún día, a saber quién es usted, a conocer de veras su nombre, para saber cuán real puede ser, a rostro limpio y careta quitada, la identidad de quien no puede colocarse a plenitud ante su propio espejo