Carlos A. Aguilera: La Parte Falsa.

Virgilio Piñera. Teatro Completo.
Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2002.

Los siervos (texto íntegro)

Carlos A. Aguliera en Fogonero Emergente

En la nota de presentación a la revista Poeta, de la que sólo se publicarían dos números, Virgilio Piñera escribe: "Poeta disiente, se enemista, contradice, da la patada y aguarda, a su vez, el bautismo de fuego. Poeta espera, necesariamente, el descubrimiento de su parte falsa."

Qué significa la "parte falsa" en la obra de Piňera: la ontología, lo ideológico, cierta picazón generacional, la historia?

Sin dudas, si un escritor cubano puede ser leído desde lo falso es precisamente Virgilio Piňera. No sólo porque sus textos se cruzan en una suerte de simulacro de género: hay más de boutade y desvío en su obra que lo estudiado hasta ahora, sino porque devienen "políticos" y sólo pueden ser entendidos desde el excedente, el jueguito bufo con todo, el contrarrelato.

Su Teatro Completo sería un ejemplo...

Sus personajes, más que pequeňos héroes nerviosos a la manera de Thomas Mann o Carpentier, son monstruos que dicen no, bichos tozudos, cucarachas. Dan la impresión de haber sido creados sólo para machacar, intervenir contra el sistema. A la vez, estar encerrados en él, no huir.

En La sorpresa, una de los textos menos afortunados escrito por Piňera en los aňos 60, un matrimonio de guajiros logra "usurpar" su casa gracias al trasquilamiento ideológico y la abolición de lo que, en una nota aparecida en Lunes de Revolución, Virgilio llamara pasado reaccionario.

Si traigo a colación esta pieza del autor de Aire frío es para resaltar sobre todo una cosa, ni siquiera en sus malas obras de teatro ―y tal como este tomo muestra no todas eran buenas― se disuelve esta tensión entre ley y caricatura, risa compleja y gravedad.

Juego de contrarios que se da en la personificación mesiánica de la ideología (el guajiro le enseňa a cada momento la foto de Fidel a la latifundista mientras habla de la bondad de las instituciones del estado, el apoyo masivo del proyecto 1959), y en el maniqueísmo "consciente" con que a contrapelo de la misma obra Virgilio resuelve todo. Como si un corte entre dos tiempos bastara para disolver el estereotipo con que está tapiňada la Historia. Como si un corte, entre escena y escena, pudiera "limpiar“ algo.

¿Puede un totalitarismo como el cubano asimilar esta "parte falsa" de la que venimos hablando, ese lado contracanónico que caracteriza la mentalidad-Piňera?

Pienso que no, y creo es la verdadera razón por la que una parodia como Los siervos, publicada en 1955 en la revista Ciclón, con su cadeneta de nombres rusos y burlitas a la demagogia socialista no figure en este libro (1).

Parodia que el mismo Virgilio intentaría "eliminar" de su teatro: ante la creciente uniformización de la vida cubana la desaparece de toda posibilidad de representación, y en su Diálogo imaginario con Sartre (más mea culpa que conversación) inscribe, refiriéndose a esta pieza: "Cuando los estudiantes dicen que la mayoría de los intelectuales no nos comprometimos, tengo que bajar la cabeza; cuando los comunistas ponen a Los siervos en la picota, la bajo igualmente. (...) Todo escritor tiene en su haber un Roquentin más o menos"...

Este Diálogo..., sin dudas, pronunciado diez aňos antes del caso Padilla y unos meses antes de las Palabras a los intelectuales en 1961, es uno de los documentos a estudiar sobre la relación ideología-miedo en el espacio civil de la isla.

Otra de las "virtudes" de esta edición es que deja fuera la primera obra de Piňera: Clamor en el penal (con un título que parece sacado de alguna película de Juan Orol) y En esa helada zona, escrita a posteriori de Electra Garrigó. Textos que hubieran servido para entrever los caminos que la-oscura-cabeza-negadora, como le gustaba decir a Lezama, intentaba antes de piezas como Jesús, El flaco y el gordo y El no...

Tampoco se incorpora lo que el mismo Rine Leal, antologador y compilador de esta selección, llamó hace más de una década Teatro inconcluso. Libro que trajo a flote una serie de mentalidades que sin dudas ayudaron a pensar el espacio Virgilio (espacio que se ha ido rellenando con el tiempo) y aportaron bocetos tan atendibles como ¿Un pico, o una pala? o Las siameses, para sólo citar las más delirantes.

Por cierto, a través de la introducción nos enteramos que los aňos de muerte-en-vida para Piňera, aproximadamente del 70 al 79, fecha en que murió biológicamente, y en los que fue reducido al más perverso de los anonimatos: no se le permitió publicar, viajar, y para colmo la ley 1249 castigaba con nueve aňos "la ostentación pública de homosexualidad", fueron aňos pastorales. Virgilio como buen viejito "se negaba a la jubilación", escribe Leal, y repartía su tiempo ―parece decir― entre amigos, traducciones de libros y partidas de canasta. Algo casi idílico si la realidad, por desgracia, no hubiera funcionado como una aplanadora.

¿Es posible entonces un Teatro Completo tan incompleto? ¿Una broma, más allá de la posibilidad de volver a leer a Piňera, tan perversamente colosal?

No, y evidentemente sólo en un país con tan alta concentración de poder, me gustaría pensar también de culpa, donde todo tiene que funcionar dentro de una fuerza despótica, esa esencia de ferretería tan propia al imaginario de Virgilio tiene que limitarse a las pequeňas censuras, a los escamoteos policíacos. Asumirlo completo sería imposible. Hay demasiada ficción contra-estado, desparpajo e intrascendencia en su obra. Demasiada parte falsa. Y ya sabemos que los regímenes "serios" no se pueden permitir ciertas cosas. De lo contrario, la literatura, más que panfleto, sería en algunos lugares sólo literatura.

(1) A propos, cuando hace algunos años atrás esta farsa (no tan falsa) fue montada por el grupo-teatro De la Luna, en La Habana, se le tuvo que extirpar fragmentos o/y alusiones para que pudiese “pasar” la censura del Gran Inquisidor cubano. Al respecto ver Tania Díaz Castro, Los siervos se rebelan?, Diario independiente Cubanet, 13 oct, 2000. http://www.cubanet.org/CNews/y00/oct00/13a11.htm