Memorias de la clase muerta . Dossier de poesía cubana. Presentación de Carlos A. Aguilera

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Dossier de poesía cubana (1988-2001)

Memorias de la clase muerta. Poesía cubana 1988-2001. Editorial Aldus. Mexico DF., 2002.


A Modo de...

Construir una antología desde la historia o desde ese lugar donde lo histórico se acopla sería ingenuo y además repetitivo; ha sido hecho constantemente y hasta ahora no ha servido para desmontar las ¨fuerzas¨ que casi siempre confunden tradición con escritura (ficciones de escritor vs. ficciones de estado); ha sido hecho constantemente, y como se escribe en casi todos los prólogos: apenas hay tiempo para eso...

Si la primera promoción de los 80 (Raúl Hernández Novás, Angel Escobar, Reina María Rodríguez...) intentó trazar un corte con las poéticas y conductas literarias precedentes, acoplando a la lectura, a la imposición de una nadaHistoria y de un latinoamericanismo de séptima categoría una reflexión más íntima, una teatralización del yo, no es hasta los poetas que comienzan a publicar en la primera mitad de los 90 que este corte se hace efectivo; y se hace efectivo de modo curioso, poniendo entre comillas la institución poesía: su ideología arcádica, su verticalidad social; tachando de manera cómica eso que se ha llamado LiteraturaNación.

El horror de escribir en un país congelado por el estado es que reduce todo imaginario a la pregunta por la Nación, al telos y sus representaciones identitarias; toda escritura al lugar de máquina de estado. Para esto no sólo limita al máximo la creación de problemas: preguntas que desencajen la centralidad que una nación en su devenir totalitario sublima, sino que muchas veces impide que estas preguntas se hagan (al cerrar todos los espacios, generar miedo) y cuando las propicia, bajo el aparente status de una flexibilidad no reconocida, es para subrayar la legitimidad de un canon, la Grandeza de una metafísica que escapa al saloncito de las letras.

Una de las fallas más visibles de la literatura cubana es su ausencia de conceptos, de una tradición “moderna” de lo conceptual, donde la experiencia entendida fundamentalmente de manera vanguardista, con su reflexión vida-límite-obra, y una cultura del sinestilo, del plagio, de la idiotez (al modo de un Gombrowicz o un Macedonio) fueran elaboradas como variantes de fuerza.

Otra de sus fallas: la “mala” ontología.

Sin dudas, Cuba ha sido un productor de mala ontología, de malas y reificadas abstracciones. Lo ontológico ha sido practicado más como macrorelato que castra que como historia que problematiza, más como aplanadora que como descentralización. Y esto ha hecho que la mayoría de los escritores de la isla no sólo no encuentren salidas a sus grandes y “hermosas” fictualizaciones: atornilladas a un yo y a un psicologismo barato, sino que cuando lo hacen (hay momentos que miran al cielo, cantan un avemaría y lo hacen...) lo intentan apoyándose en nomenclaturas fáciles: teleología, origen, canon... como si nada hubiera cambiado, como si Mao no hubiera matado gorriones en nombre de la Verdadera tradición.

Escribe Canetti: “Un día se me ocurrió que el mundo ya no podría ser recreado como en las novelas de antes, es decir, desde la perspectiva única del escritor; el mundo se hallaba desintegrado, y sólo si uno se atrevía a mostrarlo en su disolución era posible ofrecer de él alguna imagen verosímil.” La conciencia de las palabras. México: F.C.E., 1994.

Evidentemente, uno de los problemas menos estudiados de la literatura cubana actual es lo que Canetti nombra “la perspectiva única del escritor”, la de un cerebrito amaestrado en nombre de la autenticidad o la culpa (tal y donde caía Lezama al hablar sobre nuestro destino histórico), y de esa borradura perversa que es el actual proceso cínicomilitar cubano, que al anular el sujeto jurídico: suspender las posibilidades reales de convertirse en individuo, hace que los escritores insulares se muevan dentro de una escritura abstrusa que patina y patina sobre sí misma; y sobre una dualidad estético-política que los lleva a desear una cosa, realizar otra.

Dualidad que tiene más que ver con la esquizofrenia y lo mediocre: la esquizofrenia en la que determinadas ideologías lanzan a esa mezcla de hombreperro que generan, que con la multiplicidad literaria cacareada por los mapólogos de la isla.

Si las antologías de poemas de los 90 son pensadas desde cierta apariencia de caos (en un circo, no hay dudas, casi todo es apariencia de caos), no es menos cierto que esto responde sólo a un fenómento de superficie, ya que a niveles más puntuales: de lectura o práctica, la mayoría de las poéticas que aparecen o toman fuerza en esta década: gay, freakie, civiles, barrhuecas pueden ser insertadas dentro de una ontología reaccionaria (creencia lírica en una arcadia, mística de la cotidianidad elemental, búsqueda provinciana de laMemoria...) o en el narcisismo palabrero común a un gran segmento de la poesía neorigenista.

(Horizonte de choque que resultó importante a principios de los 80 contra el conversacionalismo y los diferentes realismos socialistas: trova, literatura, teatro..., y contra el modo en que lo político secuestró —secuestra— el imaginario poético en este país.)

A pesar de lo ridículo que pueda ser, esta antología es más bien el relato de un concepto, de como se hace evidente lo conceptual o cierto juego entre fictus e idea en algunos poetas que comienzan a publicar a principios de la década anterior. Para esto hemos seleccionado textos que acoplan a una reflexión sobre el poema, el escritor y sus articulaciones en determinado hábitat (Bordieu): lo civil, lo político, el nacionalismo (Omar Pérez, Juan Carlos Flores), lo escritural, lo histórico, lo antropológico (Rolando Sánchez Mejías, Pedro Marqués de Armas, Ismael González Castañer, Rogelio Saunders), lo neobarroco, la tensión con los referentes literarios, lo ininteligible (Ricardo Alberto Pérez, Rito Ramón Aroche), o pedacitos de otros conceptos menos claros o caricaturescos. También, el modo en que estas poéticas pueden ser una salida a un romanticismo de corte “blando” común entre los poetas de los 80, y a una sublimidad-de-la-mentalidad-literaria que como ya se ha explicado antes tiende a simplificarlo todo, convertirlo, en LiteraturaNación.

¿Acaso no es esto lo que se ha venido haciendo con y desde Orígenes por parte de su mismo núcleo, y no es esto lo que sucede con la mayoría de las apropiaciones que realizan los escritores de los “bombines de mármol de la patria”?

Ya se sabe las empresas literarias sirven para mentir (mentir, mentir y mentir...), y lo que es peor, para tapiñar malas políticas.

Nota: Lo que hemos llamado lo conceptual, es decir: donde sobrevive aun la opción por la pregunta, no debe leerse como un territorio demarcado, sacro. Al contrario, si esta "cacharrerización" es algo, si responde transversalmente algo, es a un rozar loconceptual, un entrar-salir de él...y desde ahí es que debe verse. Lo demás, nos llevaría a levantar una nueva metafísica, otra manera de estancarse en lo mismo, y eso ya no tendría sentido. A los poetas. como sugiriera Stalin, hay que cuidarlos como si fueram árboles frutales.

C. A. A