Lunes de Post-revolución: PIARDADISO: EL MAKING-OF DEL EVANGELIO SEGÚN LEZAMA, por Orlando Luis Pardo Lazo.

Todas las fotos aparecidas en los textos publicados desde el 22 de marzo en la columnata Lunes de post-revolución, son de la autoría de Orlando Luis Pardo. Hacerlo constar en caso de reproducción.

Una sonrisa que no termina.
Una sonrisa que sabe terminar admirablemente.

“Eloísa Lezama Lima”, José Lezama Lima.


En Fogonero Emergente hemos publicado, del propio Orlando Luis Pardo, fotos de la película "El viajero inmóvil", primera entrega, y segunda.


En los cines de La Habana, y en los de algunas capitales de provincias, una criadita española ("una hispánica espolique") dice, revirando sus ojos sobre un rostro no tan pecoso como pecaminoso: Ondulación permanente...

Farraluque en persona (esta información sólo la manejan el guionista del filme y yo) la coge por detrás y le parte el "círculo de cobre" con su "aguijón" de "leptosomático": es decir, la clava de culo contra el colchón de tramoya con su "macrogenitosoma". Como el plano es sólo desde los omóplatos hacia arriba, el espectador no ve nada de este coito "per angostam viam", y todo el mundo se queda excitado en el cine (el impacto estético se supone que sea así más eficaz).

El tiempo cinematográfico de este capítulo 8 filmado por el director Tomás Piard, como en la novela Paradiso de José Lezama Lima, es "arena demasiado mojada dentro de la clepsidra": el sentido emana viscoso como una baba seminal. En efecto, esta sexcuencia de El Viajero Inmóvil, montada con música de Juan Piñera (otra vez el diferendo Lezama/Piñera), fluye como "una sucesión de gotas de arena: cremosa, goteante, interminable crema batida" que humedece o pone turgentes las entrepiernas cinéfilas de nuestra nación.

Así, los masturbadores de cine en la Isla (que son legión en Cuba: acaso la fuerza política alternativa con más visión de futuro), por primera vez en la historia del ICAIC tienen en este filme su pequeña apoteosis. Si bien se trata de una catarsis que aborta enseguida, pues son escasos los fotogramas genitales conservados tras la edición. Por aquí el falo de Fronesis, semiflácido ante el big close-up del peludo pubis que anuncia la "vagina dentada" de Lucía. Por allá el matinal renacimiento en cueros del adolescente Cemí. Por aquí los perniles de las viciosas víctimas de Farraluque (homo y hetero, prepúber y postembona). Por allá el paraíso de 7 parejas de carne y hueso, en un caosmos fornicaticio no tan barroco como brumoso (14 amantes alejandrinos), dentro de una catedral infernosa (rentada por el ICAIC toda una noche a la Iglesia Católica de La Habana Vieja).

Mientras tanto, desde una computadora docta de Miami, a Eloísa Lezama Lima se le quedan los ojos en blanco, a punto de salirse de órbitas. Ella redacta un carta abierta al mundo libre occidental: Estoy viviendo momentos de indignación, al enterarme por internet de que en Cuba se acaba de filmar una película sobre mi hermano José Lezama Lima, sin siquiera avisar a sus familiares en el extranjero...

La demandante cita entonces genealogías lezamianas por suerte no tan complejas como las de la novela Paradiso, para no hablar de este filme inspirado en ella: El Viajero Inmóvil, rodado de hecho hace más de un año, pero recién lanzado en los circuitos de estreno de la capital (apenas un par de cines) y en unas pocas ciudades del resto del país (¿qué pensarán las autoridades de Bayamo, por ejemplo, de este incendio audiovisual?).

En Cuba no quedan familiares suyos, continúa Eloísa Lezama Lima (lo que descarta cualquier posible nepotismo del director con su casting gigante), y yo, que he editado una edición de Paradiso en España, donde aparece su bibliografía, no he sido consultada: todo lo demás es falso y así lo testifico..., concluye su e-mail público, que confiemos sea auténticamente de ella, pues a estas alturas de la historia cualquier desdoblamiento es posible en términos de escritura.

No por gusto ahí está el volumen apócrifo de Harry Potter. Ahí está, también, el pleito de plagio entre Abilio Estévez y Ernesto Ernesto: Tuyo es el reino versus Bujamey, respectivamente. Y ahí está la falsa despedida prepóstuma que un alter-texto de García Márquez logró publicar hasta en la revista católica Palabra Nueva, de la Arquidiócesis de La Habana, que quedó en ridículo al reproducirla con un diseño de pésame (si bien la publicación completa se deja leer así).

Por supuesto, hace muy bien la hermana Eloísa del lado de allá (aunque dentro de la novela José Cemí, el alter-ego de José Lezama Lima, sea unigénito). Hay que dar contracandela, siempre: preferiblemente en contra de la dirección en que soplen los vientos del cánon. De este lado, por supuesto, ha hecho muy bien el director Tomás Piard. Todo material literario es reciclable sin censuras ni copyright. Además, el delirio patrio es una de las regularidades del socialipsismo cubano, y la sentencia es válida para nuestros dos exilios concomitantes: el que ya emigró y el que todavía no.

En cualquier caso, vivimos en el año 8 y no en un capítulo 8. Mentalmente, ya no existe nada de aquel gobierno comunista por el que, en su momento, Lezama Lima fue vituperado, según el referido e-mail. Menos aún nadie puede usar a nadie como un icono ahora. Existe la libertad residual de lectura. El telón de azúcar hizo crac con el cambio de fecha: de los mil novecientos algo a los dos mil nada (los años cero). No creemos ni en el lenguaje: protagonizamos un teatro infrahistórico de mudas marionetas (mimos que ya no se dejan mimar ni por el Estado ni por Dios). Y si, por casualidad, aún conservamos alguno de aquellos lemitas rebobucionarios, sería acaso: "¡Ya estamos en deconstrucción!"

Aunque no lo parezca, es muy difícil manipular a un pueblo tan escéptico de remate, tan disciplinariamente acéfalo, tan diasporizado en sucesivas hégiras, tan hereje como evangélico, y tan vacío de paradigmas con que paliar la verdad. Pero nada de esto hace triste o suicida al pueblo cubano en la práctica (por más que las estadísticas clínicas top-secret aseguren lo contrario). Sobre el asfalto calcinado todavía es respirable el vaho humano de la solidaridad. Al fin y al cabo, hemos sobrevivido al holocastro y, para colmo, descubrimos que con suerte no habrá diluvio después de Fidel. La canción Starting over, de John Lennon, será nuestro próximo himno posnacional. Así que, entre la sorna y la razón, nos apropiamos del parlamento final de Paradiso y de El Viajero Inmóvil: "Ritmo hesicást(r)ico, podemos empezar".

Hoy por hoy somos invulnerables e ininvolucrables por ninguno de los grandes tópicos epocales: en esta apatía, como en las causas de muerte por enfermedad (cáncer, infarto y car-crash), pertenecemos ya al Primer Mundo. Tampoco hay discurso político ni artístico que nos conmueva sin pasarlo antes por el cerebro: la emoción como un valor ético casi nos quema el hocico en lo que hubiera sido la primerúltima conflagración nuclear. Pero eso fue en la frontera paleohistórica entre el período republicámbrico y la era revoluciurásica. Ahora ya ninguna obra canónica de 500 páginas, y mucho menos un filme inspirado en ella de 90 minutos, se nos confundirá con la vida real. De pronto habitamos una redentora fiesta post-post (aunque fuera de la novela aún todo nos parezca un fiasco innombrable).

He visto El Viajero Inmóvil cinco veces en menos de un mes (al placer se sobreimpuso mi oficio de fotógrafo contratado por el ICAIC). Durante la última década, he leído Paradiso con el rigor repetitivo ritual de un teórico orate (hay tantos locos dentro del libro, que releerlos es sólo un modesto homenaje). Ambos textos son excelentes y lamentables (pudieron ser otros de haber previsto su propia aniquilación), como excelentes y lamentables son también las biografías en curso de sus respectivos autores (la muerte, lejos de concluir, expande ad infinitum la escritura de cualquier biografía).

Tomás Piard y José Lezama Lima alguna vez fueron diagnosticados de amabilis insania: después se les ha respetado en la medida en que no se les entendió. Ambos fueron arrinconados al punto de poner en crisis sus respectivos sistemas de creación (en su momento, cada cual auto-escamoteó parte de sus obras). Pero los dos bien se merecían su fatum: crear es resistir (la simbiosis entre ambos culmina con la grabación de los jadeos asmáticos del propio Tomás Piard, puestos en boca del joven José Lezama/Cemí).

Como en la sobrecogedora escena del personaje Foción (en la novela y el filme), "los dos tienen clase, pertenecen a los mejores, en el sentido clásico de exigirse mucho a sí mismos", aún cuando "los dos atraviesan esa etapa que entre nosotros es la verdadera consagración de la familia": "la ruina por la frustración de un destino familiar". Tal vez por eso mismo "en presencia de ellos, de su nobleza", "uno siente una confianza clásica, nos sentimos más fuertes en nuestra miseria" (una miseria concurrente que no logra convertirnos del todo en un pueblo miserable).

Por lo menos en La Habana, el estreno de El Viajero Inmóvil fue sólo la punta del iceberg de una jornada de tributo adelantado a José Lezama Lima, dos años antes del centenario de su natalicio (1910 / 2010). Una peregrinación a su más bien abandonada tumba en el Cementerio Colón. Una misa no sé si por la salvación tardía de su alma, ofrecida por Monseñor Carlos Manuel de Céspedes (también novelista, irremediablemente). Exposiciones de fotos (una de ellas mía), de maniquíes con los vestuarios originales, y de algunos bocetos escenográficos del pre-rodaje. Charlas, entrevistas, y conferencias de prensa (muy poco ha aparecido impreso en los medios masivos). Así como un concierto en el Teatro Auditorium Amadeo Roldán, donde Iván del Prado dirigió la Suite Orquestal que es el soundtrack de lujo de la película: música piñeriana como colofón irónico para la imago poslezamiana de Tomás Piard (el compositor Juan Piñera se lamenta en público de no haber sido elegido para un cameo de Virgilio Piñera en el filme).

Aquí y allá, el propio Piard apuntala sus intenciones de cara al mundo libre occidental (hasta Eloísa Lezama Lima está al tanto en Miami de estas declaraciones): [...] Por supuesto, con 16 años, lo único que leí fue el famoso capítulo 8, que tanto dio que hablar en aquellos tiempos. [...] Pero tuve que pasar muchos años enfrentando incomprensiones y hasta miedos, librando batallas que, por momentos, me hicieron dudar si alguna vez se realizaría ese proyecto. [...] Debía crear un filme que imantara al espectador con la belleza fundamentada de sus imágenes, con un lenguaje totalmente audiovisual, donde echara mano a todo lo que me sirviera para lograr mis fines, para que los espectadores potenciales se vieran intrigados y necesitados de visitar las apasionantes páginas de ese libro fundamental. Y con una estructura abierta, donde la ficción y lo documental se entrecruzan y se funden en un intento de todo único, donde no existen límites entre uno y lo otro. [...]

Acaso lo más hermético del filme es lo que se supone sea de hermenéutica más diáfana: antiguos escritores cubanos que hacen su cameo en plena cena lezamiana, o en la casa-museo de Trocadero # 162, para improvisar evocaciones teóricafectivas sobre José Lezama Lima, y, de paso, tomar una jalea blanca que remite enseguida al tempo de la película ("cremosa, goteante, interminable crema batida").

Entre estos súbitos conferencistas, que un público profano bien podría confundir con extras del ICAIC, o con papeles muy secundarios dentro de la novela original, están los Premios Nacionales de Literatura Pablo Armando Fernández, César López y Reynaldo González (entre otros peritos no tan identificables, como un doctor de guayabera blanca y gorrita bolchevique, que parece recién llegado de firmar el certificado de defunción de su Paciente Inmóvil en 1976).

Acaso lo más diáfano del filme es lo que se supone sea de hermenéutica más hermética: las osadías simbólicas de El Viajero Inmóvil son ya hitos inauditos para el híperrealista cine cubano, más allá de su factura tambaleante de bajo pre$upue$to. Teatro minimal, nieve de poliespuma y ventiladores de camión, humo tóxico de neumáticos quemados, decorados de cartón-tabla, relámpagos con electrodos manuales, parajes nocturnos con fogatas que no encienden o se consumen muy rápido, figurantes anti-profesionales y fisgones que hay que expulsar de los sets sexuales (por suerte, yo siempre permanecí), un making-of que nadie se acordó de filmar (la desmemoria galopante es ubicua en nuestra Ubicuba), y planos muy muy muy cerrados para sobrellevar con éxito un larguísimo etcétera: es la misma indisimulable ruina focionesca que convierte en todo un "clásico" a este filme 100% Made In ICAIC ("la ruina, entre nosotros, engendra la mejor metamorfosis").

¿Acaso ninguna productora española quiso invertir en un largometraje donde no habría ni un hueco para un actor español? Por mi parte, no dejo de imaginar un remake con los senos de Penélope Cruz ("duros como la arcilla primigenia") en el rol de la criadita española que protege su "virginidad" ante el "cilindro carnal" de Farraluque, sólo para regalarle enseguida su "doncellez" anal ("con la astucia propia de una garduña pirenaica"), en una de esas "expresiones criollas, pero fuera de su significado": Ondulación permanente...

De hecho, El Viajero Inmóvil completo se deja leer mucho mejor así: fuera de cualquier significado criollístico. Es un rara avis, una discontinuidad ilegible en la caligrafía audiovisual cubana. Arte del desvío o quizá del desastre (batalla contra el imposible de Bataille): Ah, que el filme escape en el instante/en el que ya había alcanzado su indefinición peor...

Es sorpresa y es bostezo a medio excitar para los masturbadores cinéfilos de la patria intestina: curso tediélfico de sala a oscuras. Y es, también, momentos de indignación y testimonio de que todo ha sido una farsa, a los efectos de los herederos de la patria antípoda. Supongo que, como Paradiso mismo, de acuerdo al Satangelio según Foción, "esta historieta tiene de todo, hay que seguirla por innumerables laberintos, hasta que en su final le llega la mejor solución paradisíaca".