José Manuel Prieto, Levitaciones

Aparecido en la revista Lateral, de Barcelona

José Manuel Prieto (La Habana, 1962) Entre otros libros: Enciclopedia de una vida en Rusia, (Mondadori, Barcelona 2003). El Tartamudo y la rusa,(Tusquets, México 2002). Livadia, ha sido traducida a más de ocho lenguas. En los Estados Unidos fue publicada bajo el título de Nocturnal Butterflies of the Russian Empire por Grove Press, en Francia se publicó como Papillonsde nuit dans l´empire de Russie, y en Italia como Le Farfalle Notturne dell´Impero Russo. Anagrama publicó en 2007, Rex.

Página web de José Manuel Prieto; y bibliografía activa.


En el mes de abril publicamos algunas piezas de Historias de Olmo


Historias de Olmo

Rolando Sánchez Mejía
Editorial Siruela,

Son ligeras estas Historias de Olmo, como si no hubiera nada en ellas. Observadas de cerca, sin embargo, descubrimos que son piezas concebidas para el sutilísimo arte del trance levitatorio, que terminan de funcionar, de la manera más radical, en la mente del lector. Puestas en el libro como piedras hipnóticas, pulidas y redondas, nos obligan a pensar más profundamente que literaturas más discursivas y extensas. Son cortas y eficaces, ¿orientales?

Como orientales: han sido escritas por un escritor cubano, Rolando Sánchez Mejía (Holguín, 1959), excelente poeta y autor de otras “ficciones”, anteriores a esta, todas vaciadas en una escritura escueta y nudosa. Cuando leí las primeras historias de Olmo (todavía no en libro) me dejó sorprendido la pasmosa similitud con la obra de Daniil Jarms, escritor ruso de entreguerra que, lógicamente, Rolando Sánchez Mejía, no había leído. Meses después le hice llegar unas traducciones mías de Jarms y entonces fue a él a quien le tocó asombrarse por la semejanza de sus descubrimientos. Jarms, que murió de hambre en 1941 y escasamente publicado, es hoy día un escritor de culto en Rusia.

Historias de Olmo, en su aparente vacuidad, podría encerrar más aire real, más “realismo nacional” que el que imaginamos ahora. Contienen el discurso desnudo, lo que llevan dentro los habitantes (Olmo) de un país tenso como lo es Cuba. Como lo fue, terriblemente, la Rusia, de entreguerra. No cabe, ante el absurdo de esa existencia, construcciones, sistemas; sólo el acercamiento así, sesgado, parabólico que al chocar como ligeramente o de manera tangencial, logra hacer sonar a esa realidad roncamente, como un índice que rasca a un tambor vibrador y lo hace hablar con voz (o grito) de pájaro.

Y transportado al extranjero, en Austria, en Barcelona, “en China”, no deja de aplicar el Sr. Olmo su nariz a las puertas de cristal, las atraviesa con la misma mirada cáustica o dolorosamente ingenua que sostiene toda su existencia de perfil, de rodaballo pegado al fondo, levantando el ojo sólo para ver pasar a esos “amigos” o personajes terribles: “el taimado Gordolobo”, al más ajustado Tonino, a Marilope, la mujer esencial.

Como son muy breves, permítanme citar (o colocar) dos de estos cuentos/ficciones/historias en esta nota:

HASTA QUE LA DELACIÓN TE ALCANCE

Tonino le secretea a Olmo que en la Habana ya no se sabía quién era o no delator. Todos los delatores no tienen porqué ser gorditos, de pelo grasiento y olor a cebolla.

Pero el delator del cual hablamos sí era gordito, de pelo grasiento y olor a cebolla, además de ser un poquito jorobado. Se sentó frente a Olmo y le dijo:

-Te voy a delatar.

Olmo amaba la rectitud en la gente. Y la transparencia de alma en la gente. Y la resolución en los ojos de la gente. “Un delator honrado”, se dijo Olmo con las pupilas húmedas. Y lo abrazó, lo abrazó como no abrazaba a nadie hacía muchísimo tiempo.

Y este:

AVERGONZADO

Una vez Olmo se despertó y vio en el espejo que le faltaba un ojo. Pensó mirando hacia su esposa: “Dios mío, se ha vengado, mujer latina, si miras a las demás, te sacaré los ojos, ya verás.” No, no había sido ella. Ella no se habría contentado con un sólo ojo. ¡Y dormía tan plácidamente! Entonces pensó que había sido el Estado. ¿Pero para qué quería el Estado un ojo de Olmo? La mano derecha, quizá. Pero un ojo... ¡Dios mío, Olmo, qué paranoico estás! ¡Primero tu esposa, luego el Estado! Entonces encontró el ojo. Estaba en un vaso. En la mesita de noche. “Nunca más volveré a pensar mal de mi mujer. Ni del Estado. ¡Nunca más!”, pensó avergonzado.

Y uno más (exquisitamente trunco, exquisitamente breve):

VIAJE A CHINA

Olmo se abrocha los zapatos, va a China, vuelve de China y se desabrocha los zapatos

En Barcelona ha terminado Sánchez Mejía de modelar a este personaje único, terminantemente original e inquietante de la literatura cubana. Aunque sus padres no son propiamente antillanos. Hay en él -y Rolando ha confesado más de una vez esta paternidad- líneas de sangre que vienen de Artl, de Robert Walser, de, quizá, Kafka. Pesan mucho estas piezas concebidas para la levitación. Su gravedad las han llevado al fondo, lejos de la espuma mediática. Por donde pasa la principal corriente o cable energizado de la literatura más importante.