Lunes de Post-Revolución, por Orlando Luis Pardo Lazo: SOLZHENITSIN EXPLICADO A LOS NIÑOS


Sushi de Solzhenitsin.
Diez díasidencias que estremecieron al mundo.
El pecado de Solzhenitsin.
Un fantomás que recorre la rézaca de Euroja.
Entre otras cubachunguerías políticas de goodbye lenin.


Se sigue a la caza del disidente, del Solzhenitsin del trópico,
sin analizar a fondo la originalidad de nuestro proceso cultural.
Si ese Solzhenitsin debuta al fin, con maracas y sombrero de yarey,
en el lobby de algún hotel de La Habana o Varadero, no es demasiado importante:
los intelectuales cubanos siguen haciendo contribuciones a la herejía mayor,
a la revolución, a este presente de imaginación, resistencia y fundación.

ABEL PRIETO (El País, Madrid, 20 / 02 / 1996).


1) Parece un libro de difusión cultural. En su momento tal vez lo fue. Técnicamente, según la "Advertencia del Autor" (Tomás Rezác), La espiral de la traición de Solzhenitsin es "el acta patológico-anatómica de defunción del cadáver de un traidor". Límpido lenguaje para un "publicista checoslovaco", "hijo de escritores famosos", que "se ha propuesto la tarea de hacer, en el plano realista, un retrato biográfico, psicológico, político y literario de Alexandr Isáevich Solzhenitsin", según la "Advertencia de la Editorial Progreso" (Moscú, 1978): ¿no se advierte una amenazante aliteración en la palabra advertencia...? Precio paleohistórico de la edición cubana de La espiral de la traición de Solzhenitsin (Arte y Literatura, La Habana, 1979): a lo sumo, un peso en moneda nacional (copyright de Tomás Rezác). Una ganga casi gratis para la época y el lugar. 300 páginas en papel gaceta de combustión lenta. Precio posmoderno en agosto de 2008 (como libro de uso en una librería sin uso del reparto Juanelo): tres pesos en moneda nacional. Definitivamente, estamos ante una literatura de valores muy rígidos. Apenas inflacionable. Un libro que es el reverso de "ese estar hablando una especie de checo que la oreja Estado no entiende" (Carlos Alberto Aguilera, "El arte del desvío", Diáspora(s) 7/8, 2002). Un libro escrito en checo chequista para que resuene bien claro en los tímpanos o témpanos del Estado Total (las siglas ET hoy sólo remiten a un filme clásico infantil). Un libro que se suma al panfleto patético y a la entrevista televisada de dos compañeros de infancia de Solzhenitsin (K. Simonián y N. Vitkiévich, respectivamente). Un libro tan por encargo como la autobiografía de Natalia R (primera esposa de Solzhenitsin). En cualquier caso, todos son textos canónicos que coinciden coreográficamente en que nuestro hombre en el gulag fue un solapado soplón. Y el affaire Vetrov ficcionalizado por la KGB le da el punto póstumo de verosimilitud a este borsh: Solzhenitisin fue un Premio Nobel nada noble, sino un contumaz chivatón.

2) Él quería morir en verano. Y murió en verano. Él quería morir en su casa. Y murió en su casa. Debo decirles que tuvo una vida muy difícil, pero también feliz: dice Natalia S, segunda esposa y viuda reciente de Solzhenitsin. La saga de La rueda roja, que empezó con su novela Agosto, 1914, terminó casi un siglo después en agosto de 2008.

3) En efecto, Alexandr Isáevich Solzhenitsin ha muerto por fin (1918-2008). Como no se puso al lado de quien sí se puso al lado de los pobres, supongo que no merezca demasiado honor (ver la despedida de duelo que Marx mereció de Martí). En junio de 2007, el presidente ruso Vladimir Putin (ex-agente de la KGB) le impuso a tiempo el Premio Estatal de Rusia, después que el propio Solzhenitsin lo rechazara de Mijail Gorbachov primero (1990) y de Boris Yeltsin después (1998). Solzhenitsin no parecía tener mucha prisa para bajar el telón. Hasta en sus últimas fotos se le veía confiado como un pope patriarca, sin patria pero sin parkinson. Con su venerable barba de novelista-profeta y la frentona decimonónica de enciclopedista en este caso de la Reacción: era una suerte de Ivantelectual el Terrible. Un "León Tolstoi del siglo XX" que, en tanto protagonista de una época sin la épica del PCUS, no debía sobrevivir mucho más. Puesto un pie ya en el estribo, su bizarra catedral bizantina hizo aguas en la cloaca mercadotécnica de la pismodernidad: ahí están las ciudades de Macscú y de Saint-Petersburgerking para probarlo. Y ahí está Vladimir Putin de nuevo (ahora en el rol de ex-presidente), doblado de pena diplomática entre la bandera tricolor y el solzheféretro en capilla ardiente (expuesto en la sala de actos de la Academia de Ciencias de Rusia), antes de depositar un romo ramo de rosas rojas (conspicuo color) y darle un abrasivo abrazo a la viuda reciente de nuestro autor. Good-bye, Solzhenin: podría ser el próximo guión de despedida de los alemanes Wolfgang Becker y Bernd Lichtenberg.

4) Yuri Liubímov, director de teatro: Él fue nuestro Homero. En Izvestia, decano de la prensa rusa: Solzhenitsin nos enderezó el alma a muchos de nosotros (en algún otro sitio se le llama "la conciencia de Rusia"). Solzhenitsin an sich (novela El primer círculo, 1959): Cada vez que empezaba algo de cierta envergadura, se prometía a sí mismo y le decía a sus amigos que esta vez no haría concesiones a nada ni a nadie, que esta vez sí escribiría un libro auténtico (Tomás Rezác tal vez también se dijo lo mismo veinte años después). El órgano local Kommersant aportó su poco de poesía periodística: El hombre del que nos despedimos hoy se merece todos los epítetos que le han dedicado tras su muerte: incómodo, brusco, confuso, altanero, humano, profeta, amenazador, conflictivo, huraño, a veces genial, a veces ingenuo. Obituario de El País encargado a Juan Cruz: Oscurecido por el tiempo, recluido, convertido casi en un monje melancólico, enjuto, casi un retrato religioso del realismo soviético. Ya desde junio de 1993, el entonces presidente ruso Boris Yeltsin (de visita en los USA donde envejecía en paz Solzhenitsin) le había asegurado por teléfono que él era un gran hijo de Rusia. Una década exacta antes, al obtener el "Premio Templeton para el Progreso de la Religión" de manos del príncipe Felipe de Edimburgo, se le definió como un pionero del renacimiento de la religión en los países ateos. Del fundador del Partido Nacional Bolchevique, Eduard Limonov (también pateado de la URSS a los USA), es mejor no averiguar demasiado ahora: este escritor furibundo, autor de Russian Psycho y otros atracos por el estilo, en su momento fue descrito por Solzhenitsin como "un pequeño insecto que escribe pornografía" (además acusó a Limonov, entre otras retribuciones de compatriota, de ¡¡¡traidor a la patria que contribuyó a la caída de la URSS!!!). Finalmente, el periódico Granma (órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba) resume ahora su epitafio estéticamente más efectivo: MURIÓ SOLZHENITSIN —El escritor ruso Alexander Solzhenitsin murió a los 89 años víctima de un ataque cardiaco. Ganó el Premio Nobel en 1970 alentado por círculos en Europa y EE.UU. que ensalzaron y manipularon el antisovietismo del autor. Su novela Un día en la vida de Iván Denísovich fue su mejor pieza literaria. En los últimos años mostró su desencanto ante los brotes de capitalismo salvaje luego de la caída del campo socialista. (SE)

5) Leí a Solzhenitsin de viejo, mucho después de haber olvidado la joyita infame de Tomás Rezác. Hipocondriacamente, Pabellón de Cáncer sigue siendo mi preferido. En el corazón infartado de La Habana de los 90´s, yo he sufrido en carne propia esos mismos hospitales obligatoriamente gratuitos al margen del Estado y de Dios. Salas trancadas con candados. Baños albañales. De día un calor letárgico y de noche un frío de siberiada. La potencia miérdica clínicubana prêt-à-porter. Cuerpos de Guardia pesadillescos y cochambrosos, atestados de mendigos y policías y teléfonos que no funcionan (en una de esas madrugadas asmáticas coincidí con el ahora presidente de la UNEAC Miguel Barnet, que sostenía a una anciana milenaria como la muerte). Camillas recicladas y percudidas. "Estudianticos" bolivianos y/o bolivarianos partidos de sueño y sin coca para mascar. Las eternas mudadas de sala, según el diagnóstico varíe o desvaríe o por fin aparezca un somatón sano en cualquier otro hospital. Hipoliterariamente, se supone que Un día en la vida de Iván Denísovish sea una masterpiece (hasta en el Granma lo reconocen así), pero híperpolíticamente yo me quedo con Archipiélago Gulag. Y no tanto por la secuencia pulp-URSS de torturas y autofagocitosis dentro de la CCCP, sino porque en ese mamotreto leí unas imágenes sangrientamente documentadas de un Lenin que todavía hoy me da pánico. Y también porque de ahí sale toda una contra-historia secreta del siglo XX y, en específico, de la Segunda Guerra Mundial o Gran Guerra Patria: lo que incluye la tragicomedia del general Vlásov, y la de los pueblos peloteados entre Mostalin y Hitlerlín (como en un gran match de ping-pong, hasta ver quién era el más pingúo entre ellos dos). El resto de su Solzhescritura es bastante bueno, y hasta le aplaudo aquel Premio Nobel negociado justo en el instante peor (él ni siquiera salió de Rusia a buscarlo por la paranoia de que no lo dejarían re-entrar), pero a la luz de las dioptrías delirantes de mi lupa-lector, en general esos restos ya no me interesan igual (de su poesía, mejor me callo por respeto, al menos mientras dure su luto de lujo).

6) Tomás Rezác, en La espiral de la traición de Solzhenitsin, logra un ortodoxo Evangelio según Satanzhenitsin (saña anti-Sania). Hay de todo para todas las edades (yo lo leí con cerca de 12 años). Ya sabemos, por estadística elemental, que el delator Solzhenitsin cumplía órdenes como un personaje del checo Jaroslav Hasek: el escritor funcionaba como El Buenazo Soldado Shveik durante su década destacada en el archipiélago gulag (Solshveiknitsin). Ahora también disfrutaremos de su papel de adulto adúltero, "engañando miserablemente a su esposa": "es posible que la lista de sus amantes, desde el momento en que fue publicado Un día de Iván Denísovich [1962] hasta el momento en que fue expulsado de la URSS [1974], constituya toda una guía de teléfonos" (el exilio político antisoviético era un clan de "psicópatas" o, cuando menos, de "erotómanos enfermizos"). Y, acaso como un bonus-track al buen lector occidental, Rezác despliega toda una divertida rezáca de lexemas peyorativos: "gran calculador", "ansias ilimitadas de dinero y gloria", "manía de grandeza", "complejo de inferioridad que a menudo lo hacía agresivo" ante la "conciencia de su fracaso literario", "está convencido de que es genial", "mendigo", "Morsa" (su mejor mote de infancia, de donde su rostro arrastra una cicatriz), "desgarrado por el rencor cada vez que su esposa recibía elogios", "el cinismo más crudo", "egoísta redomado y un ser vil", "naturaleza inconsecuente y contradictoria", "papel de payaso", "impaciente y desenfrenado", "aprovechaba la menor oportunidad para desatar un torrente de palabras inconexas", "extraordinaria soberbia", "habilidad innata, casi genial para intriga", "le robaba las papas a Agrafena Ivánovna Folomkina" y "les quitaba su mesita a los viejecitos de Riazán", "ilimitada vanidad", "poseído de una idea única: ¡vengarse...! ¡vengarse de los escritores...!" y, por supuesto, "aptitud para traicionar a todos y a todo". Sospecho que este Rezachenitsin en checo del chequista Tomás, de haber sido narrado desde la ficción y no desde el informe contra sí mismo, pudo ser uno de los personajes más sabrosos de la novelística fraguada en acero del lado oriental del Telón.

7) En cualquier variante, la verdadera novela criminal del imperio soviético no fue ninguna de las mil y una obras de Solzherezade (a los efectos de la Realpolitik, sólo fue otro diablillo disidente de la intelectualidad), sino del súper-agente secreto Pável Sudoplátov. En su libro Operaciones especiales asistimos a la génesis de una mafia nada ideologizada que, de haber tenido la oportunidad (la tuvo, pero no se enteró), ahora sometería al planeta entero desde un buró borrachito-barrigón en las bodegas del Kremlin. Las Operaciones especiales de Pável Sudoplátov eructan toda la sangre que se espera de una novela negra (o, mejor, roja). Pero, en este caso, su contra-historia del siglo XX nos deja sin ganas de leer una segunda parte y sin voz para entonar en el XXI las notas desafinadas de La Criminternacional.

8) A la leve levo-intelectualidad europea no le cayó muy en gracia el exilio de Solzhenitsin. En los años 70´s casi lo acusan de haberse hecho expulsar de la URSS, de arrinconar la paciencia que las autoridades soviéticas tuvieron con él. Bastó con que Solzhenitsin declarara in situ que la España de 1976 le parecía un paraíso porque eran "libres para residir en cualquier parte y de trasladarse a cualquier lugar", y porque podían adquirir los "principales periódicos extranjeros" y "utilizar libremente las fotocopiadoras" (amén de que "se toleran las huelgas"). Inmediatamente le fue encima un alef maléfico más impactante que el de Tomás Rezác (por estar publicado no en Arte y Literatura, sino en la prensa más progresista de aquella época): "un escándalo", "una vergüenza", "paranoico clínicamente puro", "un Nobel por nada", "el heraldo de la tristeza", "un stalinismo antiestalinista", "está contra Europa", "graznidos de aves agoreras", "miente a cada instante", "multimillonario a costa de los sufrimientos de sus compatriotas", "enclenque", "chorizo", "mendigo desvergonzado", "bandido", "hipócrita", "siervo" ("siervo servil", diría Virgilio Piñera), "¿quién habrá pagado el spot de don Alexandr?", "estilo de music-hall", "este caballero tiene pasta de showman", "la barba de Solzhenitsin parece la de un cómico de pueblo", "el escritor ruso hace reír al gallinero" y, por supuesto, el colofón venenoso de Juan Benet: "los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados a fin de que personas como Alexandr Solzhenitsin no puedan salir de ellos".

9) 9 de febrero de 1945: "Solzhenitsin se sintió un hombre feliz. Iba al encuentro de una vida libre de todo peligro. Allá, en la lejanía, donde no estallan los proyectiles ni silban las balas, y donde en cada segundo que pasa no hay que temer ni al estallido de las minas ni al de las bombas" (es decir, iba preso a la retaguardia). Según Tomás Rezác, el capitán de artillería Solzhenitsin, condecorado dos veces, al término de la guerra "se siente sobrecogido de pánico, del miedo animal más común", por lo que elabora todo un "plan para salvar su propia vida". Y, entre otras solzhimañas, él escribe cartas personales comprometedoras para que la censura militar las detecte. Ya luego sólo sería cuestión de esperar confiado por "la amnistía que se dictará después de la victoria", tal como hizo tras la revolución de 1905 el zar Nicolás II con los presos políticos. Así que, en principio, "Solzhenitsin esperaba su arresto". Y, toda vez consumado este con la precisión de una naranja mecánica, experimentó entonces una hebertopadíllica "sed insaciable de acusar, de querer con ello aniquilar a las personas que le eran más íntimas": esta "necesidad irracional" de desenmascarar a los enemigos del pueblo incluyó a su primera Natalia, a quien después acusaría también de ser agente de la KGB. El resto es simple: casi una década preso en diferentes isletas del archipiélago gulag. La amnistía de julio de 1945 perdonó sólo a los "ladronzuelos y estafadores menudos y a delincuentes de todo tipo sancionados por delitos menores: gentes flojas de carácter o que se han extraviado en el complicado juego que recibe el nombre de vida". Y el resto sabe a parodia de Presidio Modelo repusblicano: "paseaba por calzadas bordeadas por árboles de tilo", con "libre acceso a todo el territorio que abarcaba la prisión" y "breves charlas en las habitaciones reservadas para los visitantes de las prisiones moscovitas", podía "escribir y recibir cartas sin traba alguna", "recibir cualquier libro proveniente de los amplísimos fondos de las bibliotecas científicas y universitarias soviéticas" y leerlo "mientras masca con desgano el chocolate que le envía su esposa". Como "no existían casi custodios", la conclusión es que "los reclusos experimentan aquí la mayor sensación de bienestar", pues "el regímen era muy suave, nadie le ordenaba nada a nadie": un parapolicial "paraíso, que llamaban sharashka". Aunque Solzhenitsin, por supuesto, "con el tono quejón de un señorito caprichoso, se lamenta de lo difícil que es su vida de recluso". Evidentemente, él era uno de esos "réprobos en el paraíso" de que hablara el réprobo del paraíso Mario Vargas Llosa en La verdad de las mentiras. Es probable que, para su total rehabilitación UMÁPica mediante el trabajo, a Solzhenitsin le hubiera asentado mejor una temporada con Gao Er Tai en los campos chinos de Jiabiangu, donde los condenados, como atletas sembrados avant la lettre para Beijing 2008, "corrían con la sonrisa en los labios y gritaban ¡hai..., hai!", para así "expresar nuestro sentimiento de dicha", pues allí dentro, sin siquiera "precisar la duración de la pena", olímpicamente "nadábamos en la felicidad, y no éramos capaces de tomar conciencia de ello".

10) El novelista kirguís kirguís Chinguiz Aitmátov también había muerto semanas atrás, en Nuremberg. Tenía diez años menos que Solzhenitsin, pero sus cumpleaños se rozaron durante todo un siglo XX en ese instante de medianoche que conecta los días 11 y 12 de cada diciembre blanqueado. Supongo que esto no signifique nada en especial. Y ojalá que tampoco sea una mala traducción de algún verso de guerramor post-soviético en prosa. A lo más, podría ser parte de ese insoportable sopor fantasmático tan propio de Rusia, que incluso Lenin ya había calificado de oblomovismo (no confundir con su parónimo inmovilismo). Como acaso también lo sean estas penúltimas declaraciones de Solzhenitsin al borde de su embolia fatal: Al término de mi vida, puedo desear que el material histórico que yo he recopilado entre en la conciencia y en la memoria de mis compatriotas. En nuestra amarga experiencia nacional, si se produjeran nuevas condiciones sociales inestables, nos ayudará a prevenir fracasos funestos. "Rusia, ya tus gastadas retrancas no suenan": recordé enseguida "uno de esos versos blancos que Blok escribiera antes de su famoso Campo Kulikovo", mal traducido en el poemario Cabezas del cubano exiliado Pedro Marqués de Armas (Unión, 2002). "Habría que leerlo despaciosamente". Ru-sia-ya-tus-gas-ta-das-re-tran-cas-no-sue-nan: "acaso una locomotora que se ha detenido y la nieve cubre". Una fuerte lluvia casi del trópico caía sobre la capital durante el velatorio del viejo novelista repatriado. Y, ya sabemos, Moscú tampoco cree en aguaceros de agosto como derecho de autor.

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