Las fotos publicadas en la columnata Lunes de post-revolución, son de la autoría de Orlando Luis Pardo.
Hacerlo constar en caso de reproducción.
1.
Pongámonos en el lugar del Estado cubano, de su top-nomenklatura. Yo lo hago más o menos cada veinte columnatas de lunes. Resulta un ejercicio mental muy saludable. A fin de cuentas, nadie sabe quién de nosotros será el próximo Abel Prieto o acaso el Neoministro del Interior (o ambos). Es sólo cuestión de no leer desde el absurdo la lógica absoluta de un consenso total.
Bien, pues. Toda vez suspendida nuestra incredulidad, relajemos entonces unos minutos, para que no nos coma por una pata el stress propio de tan elevado cargo oficial. Inhalar, exhalar (nunca expirar): liberar los zentidos en medio de la iconografía patria de nuestra oficina ministerial del municipio Plaza de la Revolución.
Apretemos entonces la tecla Play de un iPod asignado como medio básico, propiedad social de ese mismo Estado cubano que mentalmente nos contrató. Pongamos música doble-cliqueando sobre cualquier carpeta al azar. ¿Qué nos entra directo al cerebro por los audífonos (no sería políticamente correcto usar las bocinas en horario laboral)? Nos entra un piquete de punk. O tal vez de pinga. Es difícil definir sin ser peritos en la materia. Una banda o pandilla de funk. O tal vez de fuck. Unos tales Porno para Ricardo, que seguramente radican en el exilio cubano más radical. Incluso nos da por tomar algunas notas de lo que oímos, sin dar crédito del todo a lo que oímos:
Porno para Ricardo no toca en la tribuna, ¿hasta cuándo la mentira de la dictadura...? Vamos a despingar al delegado, al delegado de nuestra circuncripción (vamos a darle tantos golpes que se va a resingar hasta en el día que nació)... Pioneros por el comunismo: ¡viva el diversionismo ideológico...! Me cago en el diablo, en la policía, en los jueces... La pornografía: ¡derecho del pueblo! (mantén tu ojo del culo con la guardia en alto)... El singao de Alpidio Alonso no quiere que los Pornos toquen más (el singao comunista chivatón)... ¿Qué dirán Carlos Marx y Federico, que le están resingando su comunismo...? Todos marchamos juntos con la plaza llena, delante flota la bandera: la lleva una niña con las tetas afuera... Porno para Ricardo no saluda la bandera de los comunistas de la gran escena... Hasta la singueta siempre, sin patria y sin muerte: ¡singaremos...! No quiero ser como tú, compañero, que levantas la mano y aplaudes el tiempo entero: no quiero ser monigote de un rey ciego, me meo en su sopa y le doy cuero... Hay un hombre sentado en el trono que se perpetúa como un verdugo y quiere hacernos siempre el futuro feliz, feliz, feliz... El comandante quiere que yo lo aplauda después de hablar su mierda delirante (no coma tanta pinga, comandante: usted y sus hermanos, esos viejos petulantes)... Estos años de hambre y de sombras llevan todos tu nombre, Fidel...: si compartes mi oculto secreto, te diré que conspiro contra él..., millones a dios le pedimos que haga ya detener su corazón... (cuanto antes se muera mejor...), pues no puede haber un modelo peor que el que a usted le salió, comandante, de su culo imponérnoslo...
Dejamos de copiar y tragamos en seco. La posesión de semejante papelito escrito de nuestro puño y letra podría meternos preso en Cuba (por suerte, este experimento mental es tecleado). Fruncimos el ceño. Carraspeamos: hummm... Apretamos la tecla Stop del iPod estatal y ponemos carita de yo-no-fui. Sonreímos nerviosillamente, como esos funcionarios culpables, recién cogidos fuera de base, que pululan por las traducciones cubanas de Kafka. La selección de la música pudo ser una casualidad o un virus difundido por nuestra disidencia endémicamente digital. Pero también podría tratarse de uno de esos tests de fidelidad que, de semestre en semestre, la contrainteligencia le aplica a la dirigencia oficial.
¿Qué hacer?, se nos desvirtúa de puro pánico la pregunta de Lenin. Nuestra reacción instintiva nunca deberá ser cliquear Delete sobre la carpeta "conflictiva". Mucho menos descargar toda esa "musiquita de mierda" más allá del inodoro del Recycle Bin. No, no. Igual sería inútil nuestro exabrupto, porque en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) ya hay softwares que lo recuperan todo. Y todo es todo, compañeros. El caso de los e-mails de Marta Beatriz Roque sería apenas la punta del iceberg o, mejor, del uciberg.
Por favor, que nuestro stress no nos haga caer en shock. Remember, please: inhalar, exhalar, etzéntera... La reacción estipulada para aprobar este test con la máxima puntuación es simple: fingir un escándalo político y denunciar la audición pirata ante las instancias superiores, bien sea como negligencia o sabotaje o terrorismo o alta traición (o todas).
Y ya. Fin del experimento mental. De estar aún a tiempo, salgámonos, pues, del lugar del Estado cubano, de su top-nomenklatura. Les repito que yo lo hago más o menos cada veinte lunes de columnatas y me resulta muy saludable para perder presión (y nunca nunca nunca tomo pastillas, como Virgilio Piñera en su poema más de ocaso que de ocasión).
2.
No conocí en persona a los Porno para Ricardo hasta el pasado 29 de agosto. Disponía de una camarita digital y quise sentir, al menos durante ese viernes de pre-ciclón, lo que sienten los reporteros free-lance de guerra en tiempos de paz.
Fui hasta la fiscalía municipal de Playa, a media cuadra de 94 y 5ta Avenida. Los segurosos eran legión en el área. Habían tomado algunas casas y agencias de varias cuadras a la redonda, incluido su cuartel general en el ruinoso ex-cine Miramar (donde les repartían cajitas de almuerzo y refrescos de lata). Eran tipos con carotas de buena gente, pero dispuestos a darte duro por culo si te ponías a hacerte el fotógrafo liberal. Uno de ellos usó el índice para siluetearme una pinga cuando me vio enfocándolo. Me pareció una excelente señal porno, y lo retraté in fraganti dentro de su van rotulado a nombre del Palacio de las Convenciones. Pero la foto la arruiné estúpidamente al disparar el flash tan cerca del cristal.
La citación era para las 9 AM, pero sólo trajeron a Gorki 9 horas después. Tal vez el público profano no supo interpretar bien la clave de 9 AM (9 After Meridian).
Por su parte, Gorki Ávila, apenas una pieza más del modus operandi policiaco, nunca supo si lo conducían a juicio o si ya iba preso y sin papeles a una galera del Combinado del Este: ¿Paranoia para Ricardo? Al bajar de la patrulla, dos policías negros lo halaron a full-speed: del black-metal al speed (acaso él se merecía ese involuntario contrahomenaje).
Vi a Gorki volar entre la marea de cámaras y micrófonos de la prensa internacional, yo incluido de polizón. También había un sonriente equipo de la televisión cubana, aparentemente disfrutando de su final de vacaciones allí. En realidad, casi todos los fotorreporteros sonreían (no por gusto casi todos eran cubanos: las agencias foráneas los contratan para ahorrar presupuesto, por supuesto). Los tipos hacían chistes sexuales y políticos entre colegas. Y uno llegó a tararear el hit más comandantesco de Porno para Ricardo, en la misma oreja de los policías de guardia, cuya ignorancia los hacía víctimas virginales de semejante provocación (el choteo de Mañach: ayer, hoy y mañana).
Hubo gritos y aplausos durante la pasarela instantánea: ¡¡¡Gorki, Gorki!!! La mirada hostil e indolente de los uniformados dejaba claro que ellos sólo cumplían órdenes en aquel guirigay. La Policía Nacional Revolucionaria (PNR) se lavaba las manos formalmente con formol: allá los disidentes (¿Yoani y Yo?) con los segurosos, allá los abogados con el fiscal. Su maletín..., era la frase fría condensada en el aire.
Gorki Súperstar dijo algo en su arrastre hacia la sala, pero nadie en el mundo lo oyó. Lucía patilludo. Tenía mirada de loco o de profeta erotómano del último zar (Porno para Rasputín). O tal vez le vi el aura con brillo de los elegidos: Gorki era un mesías de las masas cárnicas. El chamaco (ya tiene casi cuarenta) lucía firme con cojones, pero también desconcertado con pinga. Era una marioneta que pataleaba por no dejarse arrebatar las últimas volutas de su voluntad. Era un héroe del fracaso sin nada que hacer y sin futuro: el presente se debe enteramente al presente (ideas plagiadas todas de sus propias grabaciones). Gorki ignoraba, lo mismo que los policías de turno, todo el galimatías solidario que en pocas horas había estallado en internet tras su detención. Mucho menos podía él entonces imaginar que en hora y media el Estado cubano tendría que dejarlo en libertad. De hecho, le impusieron sólo una multa de 600 cuotas en moneda nacional, después de suavizarle el cargo de "peligrosidad social predelictiva" por otro de "desobediencia" o algo por el hastío.
Los tres agentes encubiertos más escandalosos que detecté operando en la zona fueron: 1) Un señor negro, muy respetuoso, barrigudo y orondo con su descomunal anillo de hermanito masón: ¿sería una joya auténtica o una fantasía de atrezo para su caracterización? Es sabido que el Instituto Superior de Arte (ISA) no queda muy lejos de la fiscalía. 2) Una señora blanquituerta, impedida física y/o mental, que se autopropulsaba manualmente en un bicitaxi adaptado para su handicap: ¿sería un modelo Made In Cuba o uno importado de la fábrica china Yutong? 3) Un mulatico flaco de gorrita roja y jabuco al hombro que, sin rebasar el puesto de mando del ex-cine Miramar, nos vendió unas rositas de maíz en nylons de 5 cuotas en moneda nacional. Tras consumirlas, de pronto nos inundó una calma civil colectiva, detalle que me hizo sospechar que el producto estaba dopado con algún tranquilizante secreto de la Seguridad. Es sabido que el Centro de Restauración Neurológica (CIREN) tampoco queda muy lejos de la fiscalía.
Pasó el tiempo, y pasó un helicóptero militar. Volaba a muy poca altura, libélula desafiante al ciclón Gustav y/o Gorkiv. En medio de la calle 94, yo la retraté con descaro en el cielo. Fue como manejar una antiaérea. Pero la imagen me salió movida y en contraluz fuera de foco. Irremediablomente, mi primera jornada como fotorreportero sin sueldo sería un desastre de mil demonios.
Quien primero salió de la audiencia no fue Gorki, sino el líder de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional: Elizardo Sánchez Santacruz (sin alias). Bufaba ufano, triunfal, encarnando al hombre más libre de todo aquel proceso sumario. Habló con maestría y con la mesura reivindicatoria de los ex-presidentes que nunca lo fueron. Aludió a una farsa jurídica al peor estilo del programa La Tremenda Corte o ¿Jura decir la verdad? Describió, como si hubiera estado presente, el "hueco" en el que habían confinado a Gorki "por gusto" durante cuatro días. De paso, anunció que en breve Gorki saldría libre, y dijo que él le cedía su voz: que el "hombre de la prensa" por esa vez sería Gorki y no él. Retraté de bastante cerca a Elizardo Sánchez Santacruz (sin alias), con su guayabera blanca impoluta, y en todas las fotos su expresión self-confident era no tanto la de un decano de la oposición como la de un vocero del tribunal.
Luego salió el pobre padre de Gorki. Nervioso y digno. Hacía su mejor esfuerzo para no darse cuenta de todo aquel cómico circo del horror. Alabó, como quien evita males mayores, el trato que Gorki había recibido en la estación. Sacó tembloroso algo parecido a un papelito de sentencia. En ese instante, acosado por los booms y zooms de los jocosos réporters, me pareció que él era el verdadero condenado a pagar la multa, acaso por su demasiada obediencia durante décadas (predelictividad de la d). Luis Ávila me remitió a esos héroes perdidos en la novelística rusa del penúltimo entresiglo: "El padre", a secas, sería un buen título realista a la usanza del patriarca demodé Máximo Gorki.
Y luego salió por fin Gorki (la novia cadáver de aquel velorio bufo). Los agentes lo arrastraban otra vez a tope de velocidad: de cabeza y sin chistar al asiento trasero de la patrulla, escoltado por una segunda secuencia de aplausos, un chirrido de gomas al acelerar el Lada blanco, y TELÓN-KONIEK.
El grupúsculo [sic] de porno-amigos (y desconocidos como yo) salimos entonces a Quinta Avenida, donde dos policías en motos detuvieron el tráfico en ambos sentidos, para permitir la retirada también en grupo de las caravanas de vans de los segurosos. Temíamos que nos pidieran el carnet de identidad o que intentasen montar un caso de escándalo público en venganza, pero por suerte tal escena de anti-clímax no estaba concebida en el guión original.
Caminamos hasta la mortecina estación de 7ma y 62, y de allí hasta el edificio de Gorki, a la altura de 35 y 42. Recorrimos medio municipio Playa a pie, dando saltos de júbilo y pequeñas carreras para burlar los semáforos digitales, hablando por teléfonos celulares con medio mundo, y comiendo un pan con tortilla que apareció o que alguien tenía acaparado (pero que igual sabía a gloria y a lugar común), mientras la noche cubana se incubaba sobre la mole cyber-punk de la embajada ex-soviética y su cúpula de jeringa.
En el apartamento de Gorki respiré un silencio sepulcral. Vive sólo con su padre y su cuarto de música: alef maléfico a los efectos del Estado cubano. En esa misma sala, además de un contrabajo dormido, identifiqué el set amateur de algunos de los videoclips más rudimentarios y geniales filmados por Porno para Ricardo (uno de ellos hasta se proyectó de contrabando en la televisión cubana).
Gorki se bañó y afeitó. Apareció descalzo, usando sólo un short, y se sentó en el piso de su balconcito. Ahora él era un hombre de la paleohistoria: la campaña Free-Gorki había subido y bajado de las altas esferas del poder, pero él se mantenía analfabetamente al margen. Acaso hasta los cinco espías/anti-terroristas cubanos en cárceles norteamericanas de alta seguridad sabían más que Gorki del affaire Gorki.
Para colmo, Gorki aún dudaba si debía o no apelar su sentencia. Por supuesto, no se creía del todo estar de pronto en la calle. Contó sólo la anécdota de un palero preso que trataba de tú a tú con el diablo, y que le pronosticó estar libre ese mismo viernes 29 (Friday Freeday).
Gorki habló varias veces por teléfono, al fondo de un desolado pasillo. Su padre Luis aprovechó para hacernos varias advertencias que no entendí si eran juego o resabio. Igual hablaba con amargura ante nuestro jijijí general. Yo sentí un poco de pena de estar allí como fisgón incógnito, todavía disparando los flashes de mi camarita, cuyas baterías nacionales se ganaron en esa batalla la medalla al Honor Electrolítico. En las fotos, veo ahora un clima de jolgorio que allí no leí así: la atmósfera se me hizo cargante de cansancio tras la tensión liberada por una flamante firma fiscal.
Salí a la calle luego de estrechar la mano de Gorki. No le dije lo que desde el inicio yo le quería decir: que me gustaría escribir la biografía imaginaria de Porno para Ricardo, que sería una ficción radical y suicida (el libro más libre y lóbrego y lúdicro y lúbrico de nuestra generación de fantasmas con asma), que mi estilo es necia y necesariamente el estilo de semejante narrativa-norrativa-newrrativa-nowrrativa, y que yo, Orlando Luis Pardo Lazo, les regalo ahora mismo su título, sin tanta tonta ñoñería posburguesa del copyleft-copyright: "Una pelea cubana contra los pornógrafos".
3.
A veces pienso que es mejor dejarlos solos en un ring de boxeo.
En la esquina roja, Fidel Castro.
En la esquina porno, Gorki Ávila.
Fair-play: hoy por hoy los dos deben pesar más o menos los mismos kilogramos.
A veces pienso que todo este barullo de perros weberos mejor podría expresarse en vivo desde una audiencia on-line: sentados, por ejemplo, en el Coliseo de la Ciudad Deportiva (ya en 1959 este local fue escenario de juicios sumarísimos con sentencias de muerte y, dos años después, fue campo de concentración coincidentemente "predelictivo" durante la invasión boba de Playa Girón.)
A veces pienso que es inútil interferir en esta función de fieras feéricas (futilidad de la f).
En la esquina roja, Fidel Castro.
En la esquina gorki, Porno para Ricardo.
Cualquiera de estos días se van a matar.
Mejor sería entonces dejar claras las reglas de este pugilato entre dos cubanos a los que no les gusta la política, compañeros, pero ellos sí le encantan a ella.
Tal vez hay que darles un tiempo para darse porrazos hasta que a ambos se les quite la picazón.
Habría que dejar que Gorki y Fidel se despingaran en paz hasta que uno de sus respectivos coaches (por ejemplo: Ciro el guitarrista-vocal, y Raúl Castro el hermano-premier) se decida a tirar la toalla sobre el ring para detener el combate antes del campanazo final.
Y ya.
Después, cada cual tranquilito a casita: sea un apartamento canibalizado de Playa o sea el despacho presidencial de la Plaza de la Post-Revolución.
A veces pienso que es mejor dejarlos remar solos en este kayak largo y estrecho como una isla.
Los dos son atletas y/o artistas muy guapos (ambos son de ralea de récords).
Y no crean que todo ha terminado con esta escaramuza estival.
No, no.
Entre estas dos esquinas antípodas correrá siempre, si no la sangre, por lo menos un chisporrotazo político de máxima tensión.
El líder máximo Fidel versus el ciudadano mínimo Gorki.
Ni se imaginen que será una pelea de león contra mono amarrado.
(O tal vez sí, pero absurdamente al revés de lo que indicaría la lógica total de un consenso absoluto.)
Y ya.
Fin de mi mente experimental.