Dos relatos de Pedro Merino

Pedro Merino, La Habana, (1967). Reside en Estados Unidos. Ganó El Premio de Novela Breve Juan March Cencillo 2003
Autor del blog Quinta de La Caridad.
El SOBRE AMARILLO
Camino derecho. La vista recta guía mi intuición. Me gusta mi trabajo, pero a veces las personas no comprenden que tengo que cumplir con mi deber.
Paso una cuadra. Cruzo la calle. La dirección es Desamparado 5678 00. Los ceros deben sobrar, aunque los de la izquierda son los que no valen, porque he visto una enumeración... Doblo a la derecha. Llegué.
Empujo el portón y a ambos lados, hileras de puertas de madera cerradas y ventanas arriba, casi abiertas, me incitan a pasar por en medio de tendederas, unas al alcance de mi estatura, otras levantadas con una vara.
—¡Roberto Menéndez! –grito–. ¿Es Roberto... sí?
Una mano sale de entre las hojas de una puerta y me indica hacia el fondo.
Mis zapatos son los primeros en humedecerse por un salidero albañal. Aprovecho para revisar en la mochila demás nombres y apellidos, a ver cuál de ellos se encuentran en casa. Paso una puerta que tiene un ojo gigante. Otra puerta pintada esboza una lengua con un puñal en el centro que la inmoviliza. Avanzo. Entreveo en el piso un plato con dulces y frutas, para un santo, y pienso que si fuera un guayabito me diera un gran banquete. El orine y la mierda hacen que me tape la nariz con el pañuelo.
Los vecinos de enfrente casi se vuelven locos. Me ven y no me preguntan lo que no entienden.
¡Le llegó, le llegó la salida!, gritan extasiados por la vecindad.
Unos brazos abren la empotrada puerta de hierro y cristal:
—A quién busca.
—A Roberto...
Me interrumpen los conciudadanos.
¡Ya tú ves que todo llega en la vida!, irrumpe una vozarrona. ¡Te llegó el bombo, Robectico, el sorteo de emigración!, ¿no te lo dije?
—Espérense, señores.
Calmo al gentío.
—Esto es...
Ocvídate, broe, ¿qué bolá con mi aché?, me dice otro con cara de yo-no-sé. ¿A mí me llegó también?
—Mi hermano, esto es...
Me interrumpen otra vez.
Todavía no he sacado los sobres amarillos y me van a regalar un vaso con algo líquido. Sin inspeccionarlo me lo trago como medicina. Para mí es mejor que el café. Me manda a pasar sin señalarme un asiento. Sin embargo, Roberto... Robertico no está seguro y me pregunta:
—¿Qué traes ahí, muchachón?
—Ah, usté es ... Robeeerto Menéndeeez.
Le respondo con eco y humorismo.
—¡Ño! –cierra los ojos.
Me ha cambiado la cara al ver la notificación.
—Compadre –dice Roberto–, pero si es... el agua.
¡¿El cobrador del agua?! , se sorprende un vecino.
—No, yo soy...
¡El gas! ¿Usté viene a “cortarlo”?, me pregunta la mujer de Robertico.
—¡Nooo! –grita Roberto–. ¡No es el gas ni el agua... es la luz, coño!
—Sí.
Ya me descubrieron.
—Yo soy el inspector.
Observo que el billete verde que me iba a regalar de propina lo ha retirado.
—Mire, cálmese, es que a usté se le advirtió respecto al fraude eléctrico, o sea, el tomar corriente que no es suya, y este sobre amarillo, esteee, aquí dentro está la citación para el Tribunal de Justicia. Bueno, familia, chao... y gracias por el “veneno”.
—¡Suéltale el perro, coño... suéltalo!
Me despetronco a correr. Resbalo por un patiñero cerca del portón. No tengo con qué limpiarme y escucho: ¡Pero si estaba vestido como un cartero!, cuando el jau-jau sin bozal viene hacia mí. Cierro de un portazo y quedo en la calle como hace un rato y pienso que hoy no cumpliré con mi deber... qué alivio. Al fin. Get out!
Son más de las diez de la noche. Ya se han ido el Administrador y el Jefe de Turno, cuando Zaldívar pregunta a Vásquez si quiere adelantar la salida. Le responde que hay que cuadrar primero con los custodios y que hoy vio salir a un socio del barrio y no hay invento. Zaldívar insiste en la idea de aprovechar la madrugada y regresar por la mañana. Van a violar la hoja de ruta.
Vásquez medita un rato. Dice que por el tráfico de reses echan lo mismo que por un sabotaje. Peor que un problema político, le insinúa.
Ambos se preparan para irse en el camión. Zaldívar hace señas a Vásquez que amasa el timón. Da marcha atrás, mientras el ruido del motor y las luces alertan al custodio en el Punto de Control.
El matadero está protegido por una muralla de bloques. Las paredes son difíciles de escalar porque el fino es liso y no se puede afincar un pie. Los contornos están custodiados por garitas. Cada custodio vigila y gana confianza de que el otro verá lo que tal vez él no vea desde su sector ocular.
El ex teniente Osorio habla por teléfono desde su oficina con el custodio del Punto de Control. Le preocupa que un camión vaya a salir cuando no tiene orientaciones de ello.
―No abras la puerta –dice Osorio.
―Ah, usté lo dijo.
―Si lo intentan –añade Osorio–, será por encima de mi cadáver.
Osorio se despide del compañero y lo bonchea porque Santiago de Cuba le ganó a Industriales el sexto juego del play off y trata de comunicarse con otra garita a través del “boquitoqui”. Voy un momento al baño, le dice al custodio, y de paso caeré por allá.
El vehículo se detiene cerca de los cuartos fríos. Zaldívar mira el reloj de la cabina y a Vásquez que se sienta al lado, cuando un trabajador de Mantenimiento trata de llamarlos. Vásquez toca a Zaldívar y ambos lo miran de reojo hasta que el trabajador logra interceptarlos.
¡Oigan, eh!,...cuidado, el Jefe de los custodios es nuevo... Osorio, tremendo H.P. y no quiere cuadres todavía. No me digas, responde Zaldívar, hemos hablado poco y según veo, parece que quiere seguir comiendo picadillo de soya y pasta de oca, bah, comemierda...
Se bajan. En el pavimento los tres conversan. Vásquez comprueba los neumáticos. Le da toquecitos con un tubo a ver si necesitan más aire. Abre la puerta de atrás y observa las bandas de reses colgadas. Los perniles y paletas en cajas plásticas. Piensa que pueden aguantar la travesía y más de madrugada que casi no hay tráfico.
Osorio se dirige al Punto de Control a prisa y el custodio le hace señas en dirección a las luces del vehículo. Observa la maniobra de marchatrás y a un trabajador de Mantenimiento que aún no se ha ido. Tres siluetas comentan al lado de un camión. Distingue al chofer que abre y cierra la puerta trasera. Cree conocerlo de algún lugar, pero desiste.
Imagina que dentro del camión cuelgan bandas de reses y abajo cajas plásticas con costillas y lomos. Hace un gesto de alerta al custodio con la mano y se encamina hacia el automóvil.
Mientras anda, escucha reses lastimadas y por momentos desea retroceder porque le preocupan los bramidos; pero sigue rumbo al camión.
―Qué dice el Oso.
―Dímelo, Zaldívar.
Osorio le estrecha la mano y a Vásquez lo saluda con la vista. Se queda pensando en dónde lo conoció. El trabajador de Mantenimiento sale de un cuarto frío y disimula a unos metros sentado. Al ver su presencia hace un gesto de verlo por primera vez y Osorio le hace una mueca de desconfianza.
― ¿Cómo sigue tu mujer? –le pregunta a Zaldívar.
―Le dieron el alta.
―Pero... ¿qué le dijeron en el hospital?
―Neuritis periférica.
Vásquez vacila al ex teniente, mejor dicho, a Osorio. Recuerda los años de servicio militar y de las órdenes que le cumplió y las que no.
Escuchan bramidos de reses. Osorio trata de dar media vuelta. Los mira. Quiere hablarles, pero Vásquez le da la espalda en pos del timón. Zaldívar atraviesa los ojos de Osorio, quien se da cuenta de lo que traman.
―La lucha, Oso, la lucha.
―Yo estoy en la mía también, Zaldi.
―Pero no te da la cuenta, ¿o sí?
Osorio se aparta. Trata de orientarse a ver si vuelve a escuchar bramidos de reses para localizarlas. Algunas pastorean por el cuartón y puede ser que una haya salido. Tal vez las sacrifiquen por la mañana, razona Osorio.
Al alejarse distingue unas palabras: ¿qué vas a hacer,Vásquez?, pregunta Zaldívar. Probar los frenos.
Empieza a parpadear la iluminación del camión. El haz de luz recorre parte del matadero y enfoca, a lo lejos, a Osorio y lo obliga a virarse. No comprende la situación y se interroga si nació para éso. Desenfunda el “boquitoqui” a ver si funciona y logra la comunicación con el custodio de la garita del cuartón. Respira feliz por la respuesta y retrocede hacia el Punto de Control.
Vásquez acelera. Frena ante el Punto de Control. El custodio dice que Osorio es el Jefe y no puede abrirle la reja. ¿Y pa dónde fue?, pregunta Zaldívar. Está por el cuartón... caballero, conmigo no hay líos, pero ustedes saben, no sé.
Zaldívar toma un respiro de paciencia, cierra los ojos y al abrirlos la silueta de Osorio aparece. Poco a poco se acerca. Cuando los ve junto al camión camina más lento como si lo hiciera a propósito.
Al tenerlos de frente les dice:
―Y ahora qué.
―Oso, coño, tú sabes cómo está la vida de cara.
―Llevo poco tiempo en este giro, Zaldívar.
Vásquez está decido y sube a la cabina.
―Oso, nos conocemos desde el Pre, pero es la primera vez que navegamos juntos...
―Zaldi, Zaldi ...
―Tírame un cabo, asere, vamos a ganar.
Vásquez saca la cabeza y le dice a Zaldívar que no discuta.
―Mira, Zaldívar, yo no sé cuánto tienes que pagarme.
―El quince por ciento. Al cash ahora mismitico, en fula.
―Tengo que empaparme bien de los porcentajes.
―Oye, yo tengo que darle al Administrador y al Jefe de Turno.
Vásquez abre la puerta y grita que éso te pasa por ser diplomático.
―Na‛, na‛, por un quince por ciento no me voy a arriesgar.
―Asere, te voy a dar una información que no la dan por los noticieros: estas reses no están registradas, ¿o.k?
―Cayeron del cielo, ¿sí, Zaldívar?
―Soy viejo en este giro, anda.
Vásquez cambia de luz corta a larga y da toquecitos al acelerador, mientras el motor ruge con ganas por la carretera.
Zaldívar y Osorio comienzan un careo y se manotean. El custodio interviene y Vásquez se tira desde la cabina con un tubo. Dejan que Zaldívar y Osorio se entiendan a puñetazos. El custodio le dice a Vásquez que esto es fula, mira la hora que es, suspéndanlo que vamos a explotar.
Zaldívar tira un swing a la cara de Osorio y este le riposta con un gancho al estómago y lo tumba. En el pavimento saca una navaja y se levanta con malas intenciones.
El trabajador de Mantenimiento se aproxima. Ustedes están locos, dice, yo me voy echando porque esto no está pa mí... No ha terminado de hablar cuando Osorio apunta con la pistola a Zaldívar que avanza sin miedo: las putas hacen éso, le grita Zaldívar, y lo amaga con swines a diestra y siniestra que le rompen el uniforme. Le tira una navaja y con un swinazo alcanza a la barbilla de Osorio, quien la emprende con furia. Sabe que ya está pareja la pelea y le apunta con la pistola. Zaldívar no se detiene y trata de tumbarlo con una llave de judo. Osorio siente un ardor por la cintura y una mancha se le agranda por el uniforme. No piensa, no tiene dominio de sí y aprieta el gatillo con flojedad, pero los frenazos de un patrullero, las puertas abiertas, la luz azulosa que remolinea, hacen que accione el gatillo por el susto, cuando uno de los policías da la orden de “¡quietos, no se muevan!”
Después de la detonación el proyectil se encaja en el pecho de Zaldívar, quien experimenta un temblequeo en las piernas y cae otra vez con convulsiones que le trancan la respiración.
Vásquez lo observa y hace una mueca de fatalidad. ¡Fue en defensa propia –grita Osorio–, diga que sí, oficial, me amagó con una navaja, mire su mano!, y pisotea la otra navaja. En un círculo de testigos está el custodio del Punto de Control, el trabajador de Mantenimiento, Vásquez y los policías. Los vecinos de enfrente se asoman por los balcones y portales y comentan que la policía agarró a los ladrones, ¡oyé! como estamos. El oficial conduce a Osorio por el brazo. Pero desde los inmuebles se nota un resplandor que opaca a la luz azul y remolinosa del patrullero. Vásquez manipula una hoja de acero parecida a las que se encajan entre las paletas de las reses.
Osorio se desprende del oficial y tira un gancho al mentón de Vásquez, quien lo esquiva y riposta con un directo de derecha que empuña el pérfilo y que le revuelve el corazón. Escupe sangre y dilata los ojos. La memoria de Osorio se retroalimenta, mientras Vásquez le grita: ¡de la Unidad Militar! ¡¡hijoputa!!...
Lunes de post-revolución: UN DÍA PERFECTO PARA EL PEZ PLÁTANO, por Orlando Luis Pardo

Por la mañana: nubes, olor a lluvia y un viento recónditamente aciclonado. Al mediodía: un sol de manteca hirviendo en el cielo azul raso de miércoles, día atravesado. Por la tarde: ese insoportable vaho de flor o fruta podrida que exhalan los nichitos públicos del Cementerio Colón.
Peste a Plátano podrido.
Peste a cáscara resbalosa para desnucar un siglo XXI que rompe perversamente pragmático.
Peste a agua pasada (los mamíferos tenemos un 75% de agua); peste a carne pasada por insectos, bacterias y helmintos (el elocuente zumbido de las moscas, el frufrú luctuoso de las cucarachas y el derecho al pataleo de los gusanos); peste a historia pasada a secas (pasaron días de putrefacción doméstica antes de que la peste del Plátano avisara a vecinos y peritos, no así a los reporteros: la epilepsia del periodismo cubano ya ha trepanado el olfalto de sus "reposteros"); peste a cadáver exquisito de plátano micro-jet.
Hasta el aire olía mal en el Cementerio Colón. El asombro de los enterradores olía peor: habrán sospechado que se trataba de algún muerto de jerarquía, quién sabe si desvalijable...
Ah, morir en junio y con la lengua afuera, recordé los versos prehistóricos de Reinaldo Arenas: Si hace buen tiempo, serán mis funerales una fiesta. Este miércoles 18 de junio el clima en La Habana también fue de excelencia, como de alto horno de cremación: La Habanauschwitz reverberaba a las 3 de la tarde en el municipio Plaza de la Revolución.
El asfalto nos cocía vivos, como una planchuela de fritangas. Había que achinar al máximo los ojos para no quedar ciegos entre el mármol de lujo repusblicano y el concreto obrero del nicherío común. Bajo nuestros pies, El Plátano se freía en su propia grasa y desgracia.
Había muerto hacía un número indeterminable de días. La institución funeraria lo inhumó de emergencia, como corresponde cuando hay peligro de epidemia: el procedimiento incluye fumigación de la casa y quema de las pertenencias en riesgo de estar contaminadas. Higiene es salud.
Murió El Plátano en solitario, como se lo merecía, en la paz percudida de su casona cercana a la Terminal de Ómnibus. Si el viraje de la muerte es un viaje, como creían los antiguos, entonces El Plátano disfrutó al menos por esta vez de una guagua vacía, y pudo elegir incluso el asiento donde estirar sus pies (o estirar la pata). Y así descansó por fin del entrañable choteo que siempre fue un aura a su alrededor. Con un poco de suerte, porque eso sí no le merecía, El Plátano partió (y se partió) sin demasiado dolor. Su alma, como la de todo perdedor empedernido, estaba ya necesitada de luz y de sentido para sus pasos en una escenografía provinciana sin actores creíbles ni dirección.
Se nos fue convirtiendo en un perfecto desconocido: con un poco de suerte él siempre lo fue. Yo, que sólo le miré a los ojos en el dos mil algo (los años cero), vi con terrorífica placidez mi futuro silueteado en ellos. Y sentí entonces infinitas lástima y veneración: su mirada mansa fue un violento aleph fast-forward hacia ese otro Orlando Luis (El Plátano era mi Luis tocayo) que desde el 2045 me dobla en edad.
Una vez, observando al Plátano en una lectura-concierto en el Pabellón Cuba, descubrí que yo no podía citar ninguna canción de ninguna generación de la Trova: conocía muchas melodías pero las letras se me escapaban, como fotos mudas donde quedan rostros familiares sin identificar. Y pensé que algo de eso hay o debiera haber en la "obra" del Plátano (no pocos de sus negativos terminaron desfigurados como pasto fértil de hongos). Fue también mirándolo que pensé por primera vez la fotografía como un género de amabilis insania: el oficio afásico de los que nunca nada han protagonizado.
Este miércoles 18, en el cementerio, cundió en mí ese pánico tedioso de no tener mucho qué hacer, salvo saludar y seguir tirando foticos. Y eso mismo hizo la gran mayoría de los presentes-ausentes, excepto Frank Delgado, que entrevistó en video a quien tuviera algo "sentido" que añadir post-mortem o post-platanum: Eduardo del Llano, Bladimir Zamora, Fidel Díaz Castro, Ariel Díaz, entre otros que usaron el micrófono o no (Gerardo Alfonso, Santiago Feliú, Inti Santana y Marihué, el dúo Karma, Adrián Berazaín, Charly Salgado, Marta Campos, Andrés Mir, Sinesio Verdecia, entre otros artistas y funcionarios o ambos).
Los fotorreporteros de la web local hicieron su solemne zafra simbólica sobre la tumbanana. Intenté imitarlos con mi Samsung de 4,2 megapíxeles. Pero sólo se me ocurrían encuadres humorísticos que me hacían sentir miserable, aunque eso era preferible antes que el vacío. Igual yo no estaba allí, como tampoco lo estaba El Plátano, a pesar del olor: el hedor de un caballo muerto también es un testimonio de la primavera (retorna el "Leprosorio" de Reinaldo Arenas). En uno de mis vistazos encandilados por el rebote de luz, en lugar de "El Plátano vive" me pareció entender al pie de las coronas y de su retrato: "El Poeta no vive" (inscrito con tinta cómica, pues al segundo vistazo desapareció mi aberración óptica).
Raúl Verdecia cantó in situ (a Carlos Varela tal vez le pareció de mal gusto interpretar algo suyo tan poco comercial como "En blanco y negro"). Lourdes Suárez dramatizó una "prosa poética" entre lágrimas y flashes de relleno. Y el propio Ariel Díaz leyó su "Insuficiente adiós al Plátano", despedida de duelo puesta a circular antes vía e-mail. El olvido es la peste de nuestros tiempos, dijo (realmente olía muy mal allí el olvido), y pidió un aplauso para quien se entregó como un devoto, acaso como quien grita un evangelio en medio de la sordera nacional.
Yo también aplaudí, por mera emoción política, aún siendo el mismo Ariel Díaz que, en otros speeches, estigmatiza a la "neo-derecha cubana" a golpe de "luz martiana y revolucionaria". En mi cabeza martillada por el sol cenital rompía, en oleadas fragmentarias, el retintín rabioso de Reinaldo Arenas, ante cuya tumba ojalá no se fotografíe-entreviste-cante-dramatice-lea-aplauda-estigmatice nada en ningún cementerio del mundo:
Ah, estallar. Morir en junio y con la lengua afuera.
Dar un golpe, un grito, un aullido único, breve, pero tuyo.
El hombre nuevo está perdiendo el habla, la memoria, ya no ve.
La lengua maniobrando en el paisaje. La lengua ensanchándose en el tiempo. La lengua ganando proporciones. La lengua cubriendo el horizonte. La lengua supurando contra el cielo.
La lengua trepándose ya al marco. La lengua cruzando esos umbrales. La lengua azotando ministerios. La lengua inspeccionando los discursos. La lengua recorriendo necrocomios. La lengua señalando las lombrices. La lengua maldiciendo las retretas. La lengua augurando más estafas. La lengua embriagándose de escarnios.
Olfateamos... Callamos...
Y, en efecto, olfateamos y callamos, si no con las botas al menos sí con las gafas oscuras puestas, entre las exhumaciones matinales y el siguiente cortejo fúnebre vespertino, que ya nos presionaba para despejar el área de enterramiento, antes de que "fuera a volverse a nublar". En ese momento las guitarras, enfundadas en las espaldas de muchos allí, fueron un perfecto anacronismo. Imposible simular más aquel homenaje con la muerte pisándonos literalmente los talones.
Olfatear y callar a la espera de la necrológica del siguiente día en el periódico Granma.
Olí la tinta fresca sobre el papel gaceta. No serían ni las nueve de la mañana, pero el jueves se caldeaba desde muy temprano. Hacía un sopor insoportable. Las planas del 19 olían como la tarde pútrida del 18: a flor, a fruta o cáscara corrompida por los respiraderos de las galerías subterráneas, a escasos metros del miércoles de ciudad.
Puse el tema "En blanco y negro" en mi doblecasetera (volví a ver a Carlos Varela apareciendo entre las tumbas y un poco al margen del vulgo) y, por inercia o parodia, teclée entonces para El Plátano esta otra oración pública (asumo que ahora surgirán, por escritura automática, miles similares en internet):
Platanónimo nuestro que estás en el cieno,
con tu zoom de Zenith inventado por el que la OCPI no te concederá patente,
tirando orwellianos rollitos ORWO ya vencidos pero igual rescatados de la basura,
arrastrando el LCD de tu moderna cámara regalada como si fuera un cepo de la new era digital,
garrapateando poemas en TXT o pinturas en JPG o jeroglíficos de tu submemoria leída sólo por los microbios (aún si alguien logra salvarlas del operativo PNR-MINSAP, y se publican, también serán leídas sólo por los microbios),
promotor espontáneo entre las siglas despóticas de un medio siglo donde fuiste uno de los pocos seres libres de medio planeta (o, para compensar la demagogia ritual: donde fuiste otro exiliado o suicida de los muchos seres presos de medio planeta),
comiendo mal,
bebiendo peor (nuestro vino de plátano, sea amargo o dulzón),
soportando canciones que te atraparon en su pentagrama y no al revés (de tu pared sólo colgaba el desastre: lo demás es poesía imposible de paladear),
sin familia biológica recordable (en el CIREN, expertos cubanos en neurociencia aseguran que las señales sinápticas del dolor son las más recordables, mientras que la serotonina, abundante en el plátano, estimula el estado de bienestar),
noblesaurio fósil de sesenta y tantos millones de años (como ciertos personajillos de Carver o Bukowski o Salinger), todavía a la espera de que un arqueólogo amoroso repare del todo en ti,
tonto no tanto de la colina como del alcolifán,
fans número cero a la par que icono descalzo en el altar de arena de nuestro leprosorio,
Caballero San Plázaro de París,
Platanónimo nuestro de los conciertos cada vez más rosa y cada vez menos espina:
¿quién se acordará de ti en la próxima caricatura, cuando, dentro de una bienal burocráticamente exacta, toque el turno al performance colectivo de tu exhumación?
Améen.

Rolando Sánchez Mejías en Brasil, por Idalia Morejón Arnaiz
Rolando Sánchez Mejías en: Fogonero Emergente. Palabra Virtual. Letras Libres. Penúltimos días.
El arte de graznar. Cuaderno de Feldafing. Historias de Olmo.
Idalia Morejón Arnaiz en: Fogonero Emergente. Cubista Magazine. Efory Atocha.
Testimonio de una Casa.
Acaba de celebrarse en la Universidad de São Paulo, Brasil, el Coloquio Internacional “Poesía Rusa: Percursos”. Entre los días 5 y 6 de junio, dos conferencias, dos mesas redondas, un “Dossiê Dostoiévski” y la exhibición del documental “A paixão segundo Marina Tsvetáieva”, del director ruso Andrei Óssipov, despertaron el interés de estudiantes, profesores, investigadores y escritores, descontando, desde luego, la presencia de todos los invitados a participar del evento. Los temas presentados cubrieron el simbolismo, Mandelstam y su relación con Dante, la traducción de poesía –donde se dio amplia atención a aspectos técnicos y también a los avatares que la obra de Pushkin ha padecido en el tránsito a otras lenguas.
A modo de actualización, la última sesión del Coloquio estuvo dedicada a “La poesía rusa en el contexto mundial”, y en ella participaron la profesora y traductora Aurora Bernardini, junto a los poetas Régis Bonvicino y Rolando Sánchez Mejías. Aurora presentó traducciones de poetas rusos; dijo que la poesía rusa tiene algo más en relación a las otras, “algo trascendente”; Bonvicino habló sobre la labor de divulgación y traducción de la revista Sibila en esa dirección, y leyó poemas de Arkadii Dragomoshchenko, a quien él dio a conocer en Brasil; Rolando, a su vez, exhibió un curioso trabajo de buceo, donde salieron a la superficie los vínculos más o menos intensos, según las diferentes épocas, entre rusos y cubanos, ya desde el siglo XIX. Para mi sorpresa, el público se mostró particularmente atraído por los comentarios sobre las miradas que Martí y Casal lanzaron sobre el antiguo imperio.
Durante las sesiones del Coloquio, Rolando pudo concentrarse en el trabajo que había preparado después de una intensa pesquisa, en la que descubre cómo el interés por la cultura rusa fue mucho mayor en Cuba mientras no hubo que hospedar a “los bolos” en casa durante tanto tiempo. Ya el día 7 de junio, en el encuentro “Poetando com Rolando” que los estudiantes de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (FFLCH) organizaron para escuchar sus poemas, Rusia quedó atrás. El poeta brasileño Marcelo Flores, que ha vertido al portugués el cuaderno Cabezas, de Pedro Marqués de Armas, también tradujo y leyó poemas recientes de Rolando, con otros de Cálculo de lindes (1986-1996), (México, Aldus, 2000). Marcelo fue, además, el principal animador de este encuentro con los jóvenes. Cuba, Diásporas, el empobrecimiento de la literatura cubana y la política, la experiencia creadora, se encuentran en la pauta improvisada por los asistentes al recital. La charla que surgió después de la lectura ha sido grabada, y aquí transcrita, para conocimiento general.
¿Su literatura era bien aceptada en Cuba?
Sí, fundamentalmente sí. Yo la hago en Cuba a partir del año 1988, hasta 1997. Lo que pasa es que vivo fuera de Cuba hace once años. Y los últimos años que viví en Cuba fueron de censura personal, y muy opresivos desde el punto de vista cultural y económico. Hay una segunda parte de mi literatura que tiene mucho que ver con todo esto, con el cambio de lugar. Pero yo no solamente hago poesía, sino también cuentos, otros géneros. Y los cambios no ocurren de igual manera en todos los géneros por igual. Hay géneros que apelan más a la intimidad, como la poesía. El sesenta por ciento de los poemas que hemos oído hoy fueron escritos en Cuba. Era bien aceptada mi literatura por un sector de los escritores, pero por otros no. En Cuba hay una gran tradición de realismo, y cualquier gesto contra el “realismo” (realismo mal entendido, por otra parte), es visto como un despropósito, o sencillamente como un ataque a la tradición o los intereses de escritores-funcionarios que tratan de “velar” por dicha tradición .Cuando digo que era fundamentalmente aceptada, lo digo en el sentido de que muchos lectores, escritores, estudiantes de letras, y profesores, aceptaban esa literatura como un acto novedoso en el panorama nacional, lo cual tenía una doble lectura: literaria y política.
¿Cuál es su opinión sobre las formas de expresión posibles para sus poemas, cuando son leídos en silencio o cuando usted los recita, ya que contienen elementos gráficos diversos?
"n", por ejemplo, es un poema que está descolocado en la página; tiene mayúsculas, letras de ciertos tipos, Nietzsche con su bigotito, dibujos, recuadros. Lo que sucede es que uno piensa que hace ciertos poemas con un cierto ritmo. Habrán oído, quizás, que hay ciertos poemas que son casi sotto voce, como un silencio continuado, y hay otros que son más histriónicos, donde uno necesita colocar su voz, porque si uno va ante un público tiene que desubicar el tono también, si no, no se consigue la misma intensidad. En la poesía hay dos formas claves: o se lee en silencio, o se lee ante un público; o es canto, o es un soliloquio, y lo que yo trato es de intentar colocarme en la posición en la cual yo intenté crearlo, y de tal manera re-crearlo con la voz, pero no es fácil. Creo que son tres mundos: cuando se lee, cuando se oye y cuando uno lo recita. Sin contar con los mundos de la escritura, que se sostiene entre el silencio y los “sonidos de la vida”... Cuando escribo poesía, y muchas veces también cuando escribo prosa de ficción, es mi cuerpo completo el que avanza motoramente en esa actividad. La energía del cuerpo debe concentrarse en la mano. Y no pocas veces es por arranques, sacudidas, como se logra la escritura. Sin embargo, hay otros “procesos” donde prefiero el “silencio”, el deslizarse de las palabras sin apenas ruido.
Diásporas fue un grupo y una revista. El grupo se fundó alrededor de 1993, pero la revista mucho más tarde. Era un grupo de unas seis, siete personas que casualmente hoy casi todos estamos fuera, en la diáspora real. Pero en esos años Diásporas era huir, huir de un centro. Existían dos centros que nos marcaban con mucho énfasis. El primer centro era la política cultural cubana, con todas las derivas que eso trae, y el segundo era la propia tradición de la poesía cubana y del cuento cubano y de la literatura en general. Digamos pues, que Diásporas tenía como una doble cara: política, porque realmente éramos como una especie de resistencia frente al poder político (Diásporas se hizo como un zamisdat, pocos ejemplares que pasaban de mano en mano, con recursos propios, en secreto, al margen del poder), pero por otra parte era como un punto de fuga, desde un eje muy encerrado que era la isla, que era el canto sobre la isla, o el "yo-víctima-que-vivo-en-la-isla-rodeado-del- mar".
Creo que solamente quedan dos escritores del grupo en Cuba. El resto se ha ido. Yo me fui, me largué, y en parte me largaron, en 1997, Rogelio Saunders unos años luego (que ha escrito un par de cuentos y dos o tres poemas de los mejores escritos en Cuba en todos los tiempos), Pedro Marqués de Armas (cuyo libro Cabezas, como libro, es uno de los más rotundos de la poesía cubana, como Algo de los sagrado, de Omar Pérez, y otros pocos, Carlos Aguilera también, que es casi como el eje de la revista pues la sostuvo junto a Marqués de Armas en Cuba cuando yo salí, y también porque la poesía de Aguilera fue el gesto más radical, más de avant-garde, la gente no entendía ni aún entienden su poesía, que debe leerse como una provocación.. Ahora bien, tú haces una pregunta que es muy perentoria y es la que hoy mismo nos estamos intentando contestar. Diásporas prosigue hoy, pero ya hay como una especie de nuevos puntos de fuga de lo que éramos, y cada cual va encontrando su propio territorio: novela, cuento, ensayo, incluso géneros cruzados.
Lo que sí es cierto que continúa un gesto de vanguardia, y, por favor, no lo interpreten como algo que uno quiere que ocurra, pues cuando se dice “vanguardia” parece que uno está queriendo concederse una determinada calidad literaria, y no hablo de “calidad”, hablo de “cualidad”, algo rotundamente nuevo en Cuba. Pero Diásporas se hace muy fuertemente también de la tradición cubana, de la tradición de Brasil, de la tradición argentina. Nos influyeron mucho los hermanos Campos, Drummond de Andrade, Paulo Leminski, nos influyó mucho la poesía rusa, Brodsky, los poetas norteamericanos, Borges, Macedonio Fernández, César Vallejo, los centro-europeos, Coronel Urtecho, Carlos Martinez Rivas y el primer Ernesto Cardenal, Octavio Paz, López Velarde. Y por supuesto Lezama Lima, Cintio Vitier, Eliseo Diego, el grupo “Orígenes” en general y su deseo de “trascendencia”, de “poesia medular”. Digamos que fue más bien como un gesto de fugar hacia muchas partes, un movimiento hacia fuera y hacia adentro a la vez. Eso parte el alma, señorita.
Exactamente. Es como poner el corazón y la mente en una misma posición, cosa que no es fácil, pero que ambas cosas produzcan el poema o el cuento. Digamos, una fuerte expresión de la mente con una fuerte expresión de un pathos, de una sentimentalidad "x".Y esta “x” es la x de Nietzsche, que ya fugó de su centro.
En Cuba hay dos fuertes caminos para la literatura: un camino que tiene que ver con lo real, con las palabras –“una mesa es una mesa, no es otra cosa”, y tal, como dicen los españoles. Y el otro camino es más imaginativo. Son dos corrientes que siempre nos han estado golpeando, tanto en el lado barroco, José Lezama Lima, que es muy determinante, y por el otro lado, un lado muy cínico de la vida. El cubano es un ser como muy niño, pero también muy astuto y muy cínico, y todas esas cosas hacen como una contraposición, y entonces de ahí salen poéticas más cínicas, como la de Virgilio Piñera, que es uno de los grandes; no sé con quién compararlo en Brasil. Y luego está José Lezama Lima, que junto con Alejo Carpentier, son los dos grandes monstruos del barroco en Cuba. Luego está la tradición de Hemingway, de William Faulkner, del Boom, de Guimarães Rosa, pero, fundamentalmente, hoy hay una literatura pobre, tanto en Cuba como fuera de Cuba. Creo que es una época más de salto, de búsqueda, que una época de grandes nombres. Quizás esto pase en todo el mundo. Y esto pasa también por la situación política cubana, en que estos últimos cincuenta años crean un gran paréntesis; eso afecta directamente al ser que lo ha vivido -como es mi caso, que lo viví desde que era niño hasta los cuarenta años-, como al que se ha ido. Digamos que es un trauma, o un síntoma, como quieras “tratarlo”. Es una pregunta que yo no llamaría ontológica, porque me parecería muy cruel, pero es una pregunta que aún literariamente necesita respuestas.
Creo que sí, que se creó una fuerte fisura. El hombre de letras en Cuba desapareció, y el hombre de letras es algo importantísimo, porque es el hombre que mantiene los vínculos en un espacio público. Desaparecido este hombre de letras, en cualquier tipo de república que sea, por muy mala que sea, desaparecen muchas cosas juntas. Digamos pues, si ya no hay un espacio público donde puedas crear grupos, revistas, donde tú te puedas mover libremente, donde puedas participar en los movimientos públicos del mundo, cosa que pasaba en Cuba con extraordinaria facilidad en los años treinta, cuarenta y cincuenta. No estoy conversando sobre la relación pobreza riqueza y literatura, son campos difíciles de uno poderlos montar. Pero realmente creo que hubo un golpe fuerte, y luego mueren una serie de hombres que venían formados en ese mundo pequeño, ridículo, miserable, como querrás llamarlo, llamado república, pero que era importantísimo. ¿De dónde surgen Carpentier, Lezama Lima, Nicolás Guillén? ¿De dónde surgen nuestros grandes hombres de letras, nuestros grandes músicos? Precisamente de la república tan mala que habíamos tenido. Entonces, claro, para nosotros fue importantísimo recoger el legado Lezama Lima, Virgilio Piñera, pero también irnos rápidamente hacia Cortázar, Borges, hacia otros puntos, para no quedar medio cogidos dentro del realismo cubano por una parte, y dentro del barroquismo cubano por la otra. Y ahí están Calvert Casey y Lino Novás Calvos, esos sí eran realistas “duros” de verdad.
Uno de ellos es Pedro Marqués de Armas, otro es Carlos Aguilera -ambos hacen poesía-; Rogelio Saunders; José Manuel Prieto, que es del grupo Diásporas también, y que escribe novela, dos de ellas importantisimas. Pero claro, este hombre es otra deriva: Cuba, Rusia, México, y hoy los Estados Unidos. En Cuba quedan poetas muy buenos, están Reina María Rodríguez, Ismael González Castañer, Omar Pérez, Ricardo Alberto Pérez. Y Antonio José Ponte y Jorge Luis Arcos en el ensayo, ambos viven desde hace poco tiempo en Madrid. Si se concentraran directamente en el ensayo serán grandes ensayistas de la lengua en unos años, y otros ensayistas que están investigando con energía en la cultura cubana, y no sólo en la cubana, como Jorge Ferrer, Rafael Rojas, Duanel Díaz, Iván de la Nuez, Ernesto Hernández Busto, Jacobo Machover, Pio E. Serrano, y narradores como Lorenzo Garcia Vega, que se siente casi como de DIASPORAS, y un poeta como José Kozer, una parte de su poesía es sencillamente imprescindible para la literatura cubana y latinoamericana.
Lástima que a veces no haya “concentración”. Todos debemos concentrarnos un poco más. No dejarnos “perturbar” por espacios literarios o géneros literarios que no nos competen. De eso hablaba Hemingway: tener un detector de porquería, un ojo avizor. Y son tiempos malos para la literatura, se han perdido las coordenadas, por eso la auto-conciencia se vuelve doblemente útil. ¿Por qué no acaban de producirse líneas continuas de buenos libros, sostenidas con energía en el tiempo, en los escritores cubanos? Por falta de concentración, y de auto-vigilancia... Y por impaciencia del corazón. Sé que es difícil, que el desarraigo es tremendo, y que el contexto literario mundial –el mercadeo- son armas terribles contra el escritor cubano y no cubano. No hablo sólo del desarraigo del exilio, hablo del profundo “desarraigo” que habita en el cubano hoy.
Fíjense bien, comparen la situación siguiente: que en Brasil no haya existido vanguardia nunca, ni los conceptualistas, ni los concretistas, ni los años 1920. ¿Qué hubiera pasado? Bueno, no sé, pero claro, Brasil sería otra historia. Cuba es un país donde no existió una vanguardia poderosa nunca, sabe Dios por qué, hay que investigar en eso. Y para nosotros fue importantísimo, pues, llenar ese pequeño hueco, ese pequeño nicho que no hubo. Lo que sucede es que ya habían pasado 50 años, y lo que nos ayudó fue la parte más saludable de la “post-modernidad”, si por postmodernidad se entiende proseguir algunas posibilidades de la vanguardia por nuevos caminos, como las películas de Tarkovski y de David Lynch, para hablar de dos ejemplos extremos.
La búsqueda de la palabra tiene que ver mucho también con cómo tú vives: los cambios políticos, los cambios físicos (la salud o el paso de los años), el dinero, tu relación con el mundo, el espacio público. Es irse de una isla cerrada donde no tienes oportunidad de irte, donde no hay comida, donde no hay internet, donde la vigilancia de los otros pesa sobre ti con mucha fuerza, donde el dinero no circula correctamente. Primeramente sientes como un alivio, después comienzan los problemas. Dinero. ¿Cómo te buscas el dinero? Y esa misma búsqueda es la misma porción de sobrevivencia, y comienzas entonces a replantearte Cuba desde otro ámbito, porque ahora en verdad estás actuando solo.. Estás solo con tus propias fuerzas. Y eso es duro pero hermoso.
Antes Cuba era como una cruz tachada, ahora Cuba es como algo que uno intenta re-entender, tanto para la política, tanto para la tradición literaria -porque no es lo mismo once, quince años, veinte año de exilios, que dos o tres, o viajar y volver continuamente como hacen muchos.. Cuba se te va volviendo lejana, pero te ocupas más de ella, es como una preocupación política, (política en el sentido de “lugar”) porque también es responsabilidad tuya, pues si yo me sentí parte de un movimiento de ruptura y de resistencia política dentro de un marco de reformismo, aún hoy me siento preocupado por el gesto mío, aunque sea un gesto completamente intrascendente. Pero este gesto es mío, no tiene que ser el de los demás poetas, cada cual crea su vida como puede; porque hay quien vive muy mal, hay poetas cubanos que viven muy mal dentro de Cuba y fuera de Cuba. Yo no vivo mal, yo me he ganado un espacio trabajando, y en un espacio a veces polémico como es el de Cataluña, donde he tenido también que reaccionar contra el nacionalismo radical, en esa misma Barcelona que me dio apoyo para abrirme espacio, que me ayudó muchísimo en mis comienzos, así son las cosas, contradictorias, y donde quiera que uno vaya tiene que enfrentarse a las contradicciones. Pero muchos cubanos no saben lo que es trabajar, lo que significa crear un espacio con las propias manos de uno, porque en Cuba se les cortó este “deseo”, esa “cualidad humana”. Entonces estos grandes problemas son los de la poesía también. Respuestas que tengo ya ahora medio respondidas en el espacio vital y en el mental, pero que sólo tendrán solución a medias en el acto de la escritura .Literariamente hablando. Si es posible hablar así Porque en literatura no se habla.
Cuba es un buen país, los cubanos son buenas personas, merecen un mejor gobierno. Ojalá que se realice un futuro político dentro de una nueva izquierda, no esta izquierda, que es anquilosada, deleznable. Se necesitan nuevos jóvenes para que reformulen la política, pero es problema de castas, desaparición de los más viejos para que por fin entren los más nuevos. El panorama es “indecidible”, complicado, puede pasar cualquier cosa, desde una violencia civil muy grande, hasta sencillamente ir rumbo a un capitalismo de orilla, un capitalismo “orillero”, digamos. Pero también hay caminos mejores. No creo que haya que trabajar tanto en el ámbito de la búsqueda de una “nación”, como en la búsqueda de un nuevo tipo de Estado. Nación ya tenemos, desarraigada, fantasmal, lo que quieras, pero ya somos “irremediablemente” cubanos. Debemos conseguir un Estado serio. Y hay que trabajar en esos caminos, ¿que van a dar a la mar? No quisiera pensar que nos hundiremos en el mal.
Gorki denuncia conspiración y amenazas contra él
John Giorno
John Giorno (Nueva York, 1936)
Escuchar a John Giorno
three poems
A clip from Ron Mann's documentary, Poetry in Motion (1981)
A poetry film with John Giorno directed by Antonello Faretta
JUST SAY NO TO FAMILY VALUES
Simplemente di no a los valores familiares
Traducción de Martín Rodríguez-Gaona
en el que paseando
por la calle
veas
un coche fúnebre
con un ataúd,
seguido de
otros vehículos con flores
y limusinas,
ten por seguro que el día
será bueno,
tus planes han de tener
éxito;
mas en el día en que
veas una novia y un novio
en una ceremonia matrimonial,
estáte alerta,
cuídate,
puede ser un mal presagio.
Simplemente di no
a los valores familiares,
y no renuncies
a tu trabajo diurno.
Las drogas
son sustancias
sagradas,
y algunas drogas
son sustancias muy sagradas,
por favor ríndeles pleitesía
por en cierta manera
liberar la mente.
El tabaco
es una sustancia sagrada
para algunos,
y aún cuando tú has
dejado de fumar,
muestra un poco de respeto.
Beber
es totalmente genial,
celebremos
las cualidades gloriosas
del alcohol,
yo pasé
un rato estupendo
contigo.
Simplemente
hazlo,
simplemente hazlo,
simplemente no
dejes de hacerlo,
hazlo.
Los fundamentalistas
cristianos,
y los fundamentalistas
en general,
son un virus
y nos están matando,
multiplicándose
y mutando,
y destruyéndonos,
ahora, tú lo sabes,
hay que dar
una medicina potente
para combatir
un virus.
¿Quién va a comprar?
Buen ácido,
estoy volando,
deslizándome
y resbalando,
sorbiendo aparatosamente
y cayendo de golpe,
me estoy hundiendo,
goteando
y escurriendo,
saliendo a chorros
en tu interior
nunca
adelantes acelerando
una toma de eyaculación,
leche, leche,
limonada,
a la vuelta de la esquina
donde preparan chocolate;
me encanta ver
el sufrimiento
de tu cara.
Hazlo
con quienquiera
que quieras,
lo que sea
que quieras,
por el tiempo que quieras,
en cualquier lugar,
en cualquier lugar,
cuando sea posible,
y trata de estar
seguro;
en una situación en la que
te debes abandonar
por completo
a ti mismo
lejos de cualquier sentido.
Simplemente di no
a los valores
familiares.
No tenemos que decir No
a los valores familiares,
pues nunca
pensamos acerca de ellos;
simplemente
hazlo;
simplemente crea
amor y compasión.
Garganta de coño
y rocío de cigarro,
ese suelo
arruinaría
una fregona con esponja,
ella es la reina
de la gran alegría,
luz
en tu corazón,
fluyendo
un canal de cristal
dentro de tus ojos
y fuera
enganchando
al mundo
con compasión.
Simplemente
di
no
a los valores
familiares.
No tenemos que decir No
a los valores familiares,
porque nunca
pensamos acerca de ellos;
simplemente
hazlo,
simplemente crea
amor
y compasión.
Libro y campaña
La Caja de La China
Lunes de post-revolución: De buzos, leones, tanqueros y otras multirreincidencias, por Orlando Luis Pardo.

Con Raúl Castro, Cuba por fin comienza a hacerse eficaz. Y el primer renglón rentable de esta vocación primer-mundista no podía ser otro que la Disciplina (con mayúscula), esa mayeútica militaroide que emana como el síntoma más certero de un Estado total.
Empieza este proceso desde la base, como corresponde al ideal histórico-materialista nacional. O incluso más abajo. Desde la subterra: falla fósil donde la carroñita lumpen-proletaria corroe los intestinos de nuestro paraíso social. Se empieza, pues, por los revolcadores de mierda útil en la basura cubana: los ubicuos "leones", "buzos" y "tanqueros" del patio ("siboneyistas" todos, a juzgar por su afán eminentemente recolector).
El escándalo rompió incluso el mutismo del periódico Granma, subtitulado el "órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba" (último organismo que formalmente aún preside el hermano de Raúl Castro), donde el pasado martes 10 de junio de 2008 apareció el titular "Sancionan a recolectores ilegales de desechos sólidos".
Según el texto, esta vez fueron 355 los implicados, sólo en Ciudad de La Habana. La cifra suena a algo más que un complot, secta, grupúsculo o microfacción. No tengo los datos exactos (lo más exacto sería que no existieran los datos), pero en medio siglo de gobierno revolucionario, muy pocas asociaciones de la oposición (pacífica o armada) deben haber reunido membresía tal: ¡355!
El operativo higiénico-policiaco, camuflado tras el llamado Centro Provincial de Clasificación, desarticuló con éxito una especie de mafia económica de resistencia pasiva, una nueva clase zoocial al margen de todo impuesto fiscal y toda imposición ideológica, una suerte de concilio subcubano o recogida analfabeta de firmas para escatologizar nuestra Carta Magna, casi una cabeza de playa en la Bahía (literalmente) de Cochinos (donde el apoyo del exterior, como ya es tradición, será apenas el mediático pataleo del bla-bla-blá.
Según Granma, ya han sido tomadas "acciones profilácticas y de enfrentamiento", al estilo de 290 multas de monto no declarado, 20 escarmientos en público ante los vecinos (hipócrita metodología escolar), 45 deportaciones hacia las "respectivas provincias de origen", 11 "reincidentes" con condenas a "trabajo correccional sin internamiento", y 59 "multirreincidentes" todavía en curso penal (¿de recogedores a enrejados?). La suma elemental (425) sobrepasa la cifra que el periódico ratifica en el propio párrafo (355), pero esa errata estadística no es tan significante como el anonimato de la noticia.
Al no ser (a)firmado por nadie, el rumor cobra entonces rango de Editorial, de Nota Informativa, de Resolución Ministerial, de Parte de Guerra, casi de Secreto de Estado desclasificado un cuarto de siglo después. De hecho, además de anónimo el texto es atemporal, y bien podría tratarse de la última escaramuza de la Ofensiva Revolucionaria del ´68 (¿1868 o 1968? A los efectos del Granma es igual: la guerra ha sido siempre una sola).
A otra escala de la pingámide social, ciertos escritores cubanos comparten la suerte de esta legioncita de "individuos" y "ciudadanos" que "contribuyen", al igual que dichos autores, a "ensuciar las calles y avenidas de la ciudad" (la literatura rural se salva de esta tara por sus ínfulas justicieras de denuncia, siempre en el contexto correcto de la Colonia y la República: dentro de la Revolución, nada).
"Portadores de epidemias", además de constituir una "fuente de delitos o ilegalidades", en el momento de máximo idilio tales escritores pasaron sin transición del campo de concentración UMAP (sólo recuerdo las siglas: se nota enseguida que nací muy tarde) a un gris parametraje multiquinquenal. Otros fueron a suicidarse tan cerca como pudieron pero más allá de las costas cubanas, rumiando el retrovirus del exilio o regurgitando un tedio pornopolítico de boarding-home. Y aún otros subsisten en la isla que se repite, solidarios o cómplices de los 355 (425) conjurados que "habían convertido en un modo de vida la búsqueda en vertederos, contenedores de basura y en la vía pública", todo con tal de traficar "alimentos, botellas, plásticos, metales y otros objetos con ánimo de lucro o comercialización".
Excritores o excretores, igual los imagino como un Ejército de Hombres Felices en el Bosque de Shitwood o como una saga de los Buscadores del Asco Perdido. Unos y otros siempre a la caza del peor material para contrabandear sus ficciones en un primer-mundista mercado editorial. Así (se justifican desde ambos frentes) están a tono con el rentabilismo y la eficaciafilia que, como canto de cisne manu militari, está pariendo o abortando esta nueva era.
En su libro "Trilogía sucia de La Habana", Pedro Juan Gutiérrez abunda maliciosamente en los vericuetos de estos vertederos de debris. Toda vez autotitulado como un "revolcador de mierda" que, "como los niños", "cagan y después juegan con su propia mierda, la huelen, se la comen, y se divierten hasta que llega mamá, los saca de la mierda, los baña, los perfuma, y les advierte que eso no se puede hacer", el autor confiesa, desde la autorreferencialidad de su relato Locos y Mendigos, que él mismo se prestó para la tarea de choque nocturna de recoger a cientos de deambulantes (así los denominan los medios oficiales de prensa), secuestrándolos pacíficamente en un camión hermético de cierta firma comercial, donde el cargamento de homúnculos pasaba a manos de un personal uniformado de blanco y con presunta formación medicinal.
Algo así podría ser la tan cacareada "guerra de todo el pueblo": unos recogen a otros, y entre todos nos recogemos del mundo. Pero el lema de lucha de los "buzos", "leones", "tanqueros", y demás basureros "por cuenta propia", parece ser: "Así en la guerra como en el período especial en tiempos de paz, mantendremos las recolecciones". Y también este slogan: "Aquí no se rinde nadie: no hay tregua". Como una hidra que hiede, por cada recogido surgen dos sin recoger. Algo de esta hostilidad queda explícita entre los entrevistados del documental "De buzos, leones y tanqueros" (dirigido por Daniel Vera), donde se definen los estratos de este sistema de castas escatológicas.
Uno de los protagonistas del audiovisual se llama a sí mismo, no sin sorna, un "guerrillero preparado para la guerrilla, si viene" (guerrillas semióticas y libertad residual: son los ecos de Umberto Eco que los escritores cubanos debieran repetir cien veces como castigo). Otros protagonistas han estado en el negocio del realismo sucio durante más de una década (desde los 9 años de edad, por ejemplo, o todavía a los 85), con una disciplina y una fe en el oficio que ningún escritor cubano profesará. Para colmo, algunos de los entrevistados declaran ganar cientos y miles de pesos al mes, y no parecen nada enfermos en cámara, a pesar de las predicciones apocalípticas de los peritos: coliasis, giardiasis, amebiasis, micosis, diarreas, hepatitis, parásitos, y otros patógenos ejemplarizantes. De hecho, algunos aseguran conservar sus empleos estatales por puro instinto de conservación (hay desde extras de cine hasta custodios, tal como han sido muchos escritores de mi generación). Lo sensacional es que todos, sin excepción, dialogaron ante el micrófono desde un absoluto estado de liberación terminal, para despedirse luego con una sonrisa de a-mí-la-pinga-pase-lo-que-pase y sin mirar atrás (al respecto, habría que compilar un Índex de las Imbecilidades con que los escritores cubanos posan para pasar el buche amargo de las entrevistas envenenadas).
No me atrevería a listar aquí los hallazgos literáridos de la bitteratura cubana actual. Pero los "buzos", "leones" y "tanqueros" sí son más concretos que mi retórica, y sacan del saco lo que EliseoDieganamente ellos mismos llaman sus "tesoros": gafas sin lentes, calculadoras sin pilas, linternas fundidas, pomos plásticos y botellas de vidrio, botines faltos de betún, laticas de la cerveza y el soft-drink local (se explica cómo hay que escacharlas con un ladrillo: martillazos nietzscheanos de niche), ejemplares del Correo de la UNESCO ("literatura valiosa que la gente ignora el valor que tiene"), y hasta algo así como una revista de mujeres encueras. Todo sirve, todo se recicla, ni una gota ni un gramo de basura al mar : "todo lo que botan es necesario".
Pero en especial los carroñeros capitalinos han descubierto EliseoDieganamente el tiempo, todo el tiempo del mundo. En efecto, los relojes abundan abrumadoramente entre sus tesoros emergidos del fondo de un latón. Sean despertadores o de pulsera, igual el tiempo nacional parece varado allí, entre los decadentes detritus de una incivilización que lo institucionalizó todo a favor del Estado, excepto la ilusión del glamour. (Como a nuestra escritura no tan rural como rupestre, acaso aquí faltó una etimología menos provinciana que se supiera radical-izar: vanitydeología, marchicsmo-lennonismo, voguerra de voguerrillas, fashionternacional consumista, revlonución & reeboklución.)
Por lo demás, es cierto que el documental "De buzos, leones y tanqueros", de Daniel Vera, dio quince minutos de fama a estos extras del zoocialismo insular ("la voz de los sin voz" y toda esa vozbería testimonial), pero también es muy probable que este mismo filme haya servido para delatar a unos cuantos de los 355 (425) implicados en el reporte de Granma: ironías perversas de la historia que funcionaría bien como un story-board tropical transplantado de la ex-Europa del Este.
En "La sonrisa de Karenin", última parte de su novela "La insoportable levedad del ser", Milan Kundera comenta que, después de la ocupación rusa a Checoslovaquia en el ´68 (fecha recurrente), antes que cualquier traza de terror político, primero se desató una campaña histérica contra los animales libres en la ciudad (al parecer, al comunismo estilo Stalin nunca le gustó el modus vivendi bohemio).
A través de sus medios masivos de difusión, el Estado acusó especialmente a los perros (¿leones en miniatura?), que "ensucian las aceras y los parques" (cualquier coincidencia es culpa de Fernando de Valenzuela, traductor de Nesnesitelná lehkost byti), "ponen en peligro la salud de los niños" (ojo por ojo y diente por diente: el que a hierro mata, a hierro muere), "no tienen utilidad alguna" (hacer más con menos: la eficiencia como criterio de la verdad), y "sin embargo se los alimenta" (es sabido que el despilfarro en un régimen de racionamiento se paga como sabotaje y/o alta traición).
Según Milan Kundera, la "maldad acumulada" de "quienes deseaban vengarse de la vida por algún motivo" se entrenó en los animales libres antes de estrenarse con los checoslovacos liberales. La campañita de psicosis colectiva había sido sólo un anuncio de Zoonosis: la punta del iceberg con que luego hundirían a aquel Titanic anti-totalitario que fue la Primavera de Praga.
Se trata, por supuesto, de un pasajito insoportablemente leve de la última parte de la novela. No son más que unos pocos párrafos: casi una nota al margen, apenas otra noticia en la trama sin trauma de alguna plana interior. Supongo que en el ´68, perdido en una Praga policial, ni el propio Milan Kundera reparó del todo en lo sintomático de aquella acción profiláctica contra la fauna canina. En el ´08, abatido en mi Pragabana natal, por más que lea guerrilleramente entrelíneas desde mi represión residual, supongo que yo tampoco detectaré a tiempo el Eco clínico de nuestra leonina sintomatología epocal.